Semillas del Verbo
Hace treinta años, un 21 de julio, en la selva ecuatoriana murió alanceado nuestro hermano capuchino Alejandro Labaka junto a la hermana Terciaria Capuchina Inés Arango. Recuerdo dos encuentros con él. El primero de ellos siendo niño, en el seminario menor de Alsasua. Con motivo de un capítulo provincial nos visitaron algunos misioneros de Aguarico. Nos hablaron de los primeros contactos con los indígenas, con los Aucas. Con unas diapositivas proyectadas en el salón de actos y sus propias experiencias nos mostraron todo un mundo que para nosotros era tan desconocido como atrayente. Años más tarde nos volvimos a ver en Estella, junto a su hermano también capuchino Txomin, Domingo de Beizama, el año en que yo comenzaba a dar los primeros pasos en la Orden Capuchina.
Alejandro es una de las grandes figuras capuchinas de estos tiempos. Fue un hermano capuchino que vivió en tres continentes: Europa, Asia y América. España, China y Ecuador le permitieron conocer realidades sociales y eclesiales muy diferentes. Participó como obispo en el Concilio Vaticano II. Dejó muchas cartas escritas, pero pocas estrictamente “misionales”. Lo que sí dejó como testamento de su espiritualidad misionera es un libro, escrito en la misma selva amazónica, “Crónica Huaorani”.
Alejandro, desde el Concilio Vaticano II en el que participó, reflexionó mucho sobre la misión de la Iglesia y los modos de ejercerla y ser misionero. Quedó “impactado” por un concepto tratado en los documentos conciliares como es el de las “Semillas del Verbo”. Tal es así que incluyó estas palabras en su escudo episcopal al ser nombrado obispo del Vicariato de Aguarico. Son las semillas sembradas en otras culturas y religiones diferentes de la cristiana, pues Dios trabaja en los seres humanos y en los pueblos antes de que la Iglesia llegue a ellos. A donde llega el misionero, Dios le ha precedido. Juan Pablo II dijo en uno de sus viajes a América Latina: “Antes que llegasen los misioneros a estas tierras, ya Dios abrazaba con su amor infinito a los Amerindios”.
Alejandro escribió en Crónica Huaorani estas palabras: “Creo que, antes de cargarles de crucifijos, medallas y objetos externos religiosos, debemos recibir de ellos las semillas del Verbo, ocultas en su vida real y en su cultura, donde vive el Dios desconocido”. Como tenía presente esta convicción, se situó desde un estilo misionero humilde, respetuoso y acogedor. Descubrió los valores de las culturas en las que vivió en sus cantos, narraciones, tradiciones. Supo valorar y reconocer la fe que estas personas tenían en Huinuni, el Ser supremo para ellos. En este mes en el que se cumplen treinta años de su muerte desnudo en la selva, lo recordamos con profundo agradecimiento.
Benjamín Echeverría
Ministro Provincial de Capuchinos de España