Solemos apelar a la responsabilidad de cada individuo en avanzar en sus proyectos de vida personales y en que, ante la disyuntiva, opten por desterrar los argumentos que les lleva a la exclusión y busquen los senderos que les acerquen a sus deseos y que les vinculen con lo bueno, con lo productivo. Sin embargo eso no siempre es así, no siempre es una cuestión de responsabilidad y lamentablemente no siempre es una opción libre y personal cruzar esa línea. Esa particularidad se da de manera muy evidente en quienes son llamados “los sin papeles”, en esos que vemos encaramados con arrojo y valentía a las vallas o a los que lamentamos y lloramos en nuestras costas.
Youssouf es uno de esos valientes y hasta la semana pasada era compañero de SERCADE. Youssouf lleva ya un año trabajando con nosotros en el Huerto Hermana Tierra.
Era el responsable de cultivar y recolectar en el huerto, responsable de ofrecer los productos ecológicos que vendemos quincenalmente a consumidores de Madrid. Youssouf era y es mucho más que eso… Youssouf era estudiante de castellano, era joven con ilusiones, era emprendedor, era alegría, despiste, sonrisa, era Mali, sí también africano y migrante… y persona; también persona.
Youssouf es de Mali y vino hace tres años cansado de una tierra a la que ama y a la que está deseando regresar. Esa es una habitual característica de la identidad migrante… esa identidad de frontera, diluida en varios lugares. Vivir con el orgullo de saberse cumpliendo un sueño pero con la tristeza de no poder estar cerca de quienes uno más quiere. Solicitó asilo en España, como muchos malienses que han visto a sus familias asesinadas y sus pueblos devastados por conflictos, guerras y terrorismo.
No entraremos en tecnicismos sobre el sistema de acogida para no cansar al lector… pero como Youssouf ya cumplía los requisitos, iniciamos el proceso de arraigo que le permita vivir en España sin necesidad de confrontar su permanencia en base a los problemas en su país: tiene un trabajo estable y que le permite afrontar los gastos habituales de su manutención, tiene todos los antecedentes limpios inmaculados y puede demostrar su estancia en España durante tres años. Eso hicimos. Y digo hicimos porque tanto Youssouf como SERCADE tuvimos que presentar cientos de documentos que demostraban todos los requisitos. Tocaba esperar.
Todo iba bien hasta que hace una semana Youssouf tuvo que renovar su asilo… y contra todo pronóstico le denegaron la renovación y le “invitaron” a abandonar España en el plazo de quince días si no existía causa para prolongar su permanencia. Argumentan que el pueblo del que viene Youssouf no está en el núcleo del problema maliense (a pesar de que recientemente han muerto varias personas por un ataque terrorista en una localidad cercana).
De la noche a la mañana Youssouf se convirtió en un “sin papeles”, en un “ilegal”… alguien que estaba más cerca de alcanzar sus sueños y que de pronto no es más que un nuevo “estorbo” para este país.
Ya no puede trabajar, ya no puede seguir formándose, ya no es “apto”. Ha cruzado la línea a la exclusión. Ya no puede siquiera cobrar su subsidio por desempleo, ya no es apto, no es sujeto de derechos. Posiblemente habrá argumentos para defender lo que el Estado ha hecho… pero nuestros argumentos no son ni deben ser administrativos. Son humanos, éticos, franciscanos… Incluso creo que desde el más común de los sentidos, desde la visceralidad, la impotencia que nos genera, la rabia, el enfado, son emociones legítimas.
¿Quién gana en todo este lío?
¿a quién se protege?
El problema de Youssouf es que además de emprendedor, es africano. Además de persona, es pobre. Y nuestro modelo de sociedad no dignifica a la persona, dignifica la clase. La frontera sur no es con África, la frontera sur quiere protegernos del África pobre. Y lo terrible es que la frontera sur no tiene solamente tres vallas, tiene una cuarta en una acogida que sentimos pobre e insuficiente, una quinta en la mirada que generamos al que es diferente, una sexta en la torpeza de entender al de fuera como asaltante y no como compañero, una séptima en un sistema de regularización complejo e injusto, una octava, una novena…
La sociedad moderna, en la que vivimos, genera nubes de “tags” en torno a las personas. Nos etiquetamos. Esas etiquetas cargan las balas de prejuicios y nos imponen vallas y fronteras. Nos llevan a la exclusión. Nos sacan fuera.
Pero Youssouf no se va… porque
Youssouf es África, es persona,
es sonrisa, es ilusión. Youssouf es uno más del equipo. No se va.
Xabier Parra
SERCADE
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