¡Ha resucitado!....
Este es el grito que dio origen a la comunidad cristiana. No sabemos qué fue exactamente lo que vivieron aquellos primeros testigos. De hecho, en el pregón de la Vigilia Pascual decimos: ¡Qué noche tan dichosa! Sólo ella conoció el momento en que Cristo resucitó de entre los muertos.
Los que nosotros llamamos “los Testigos” fueron personas en cuya vida se cruzó un día un galileo como ellos, Jesús de Nazaret, que les impresionó tan fuertemente como para dejar sus familias y sus oficios y seguirle por aquellos caminos de Galilea. Sus palabras, su mensaje, sus curaciones y sus enseñanzas les fueron entusiasmando de tal manera que sintieron que Él era “el que esperaban”, el Mesías de Dios. Pero las autoridades civiles y religiosas acabaron con él. El sábado después de su muerte, las ilusiones de su seguidores se vinieron abajo; unos se encerraron en una casa por miedo a los judíos, otros, como los de Emaús, volvían desengañados y decepcionados a su casa, dispuestos a olvidar lo que había pasado.
Nos dicen los evangelistas que en esa situación tuvieron lo que nosotros llamamos “la experiencia pascual”, la experiencia indiscutible de que estaba vivo, de que la muerte no había podido con él. Y ahí nació su fe: creyeron en aquel hombre, reconocieron que, a pesar de la muerte en cruz, “Dios estaba con él”, y estuvieron dispuestos a reconocerlo como “El Señor”.
Esta trayectoria de la fe de los discípulos nos importa muchísimo. De hecho, nosotros creemos en Jesús a través de la fe de esos discípulos. Nosotros recibimos la fe que los Testigos nos han entregado y la misión de entregarla a otros. De aquí nace el concepto de “Tradición”, del verbo latino “tradere”, “entregar”. Aquellos testigos no fueron simplemente transmisores de una información; su testimonio no fueron simplemente sus palabras. Fueron testigos de Jesús porque cambiaron de vida; su fe en él consistió en aceptar sus criterios, sus valores y su Dios. Se sintieron resucitados, empezaron a vivir una vida “nueva”, inspirada por el mismo Espíritu de Jesús. Esa vida nueva es lo mejor de su testimonio.
“Testigos de la resurrección” no significa sin más “notarios de un suceso” sino, sobre todo, transmisores de vida nueva, transmisores del Espíritu de Jesús. “Despertar”, “levantarse”, “ser levantado”, “revivir”... son metáforas diversas para evocar lo que en la Pascua sucede a Jesús y a todas las criaturas. Los primeros discípulos y discípulas lo dijeron para su tiempo; nosotros debemos decirlo para el nuestro. Ellos lo hicieron con imágenes y palabras que les eran propias; ojalá que también nosotros sepamos hacerlo con las nuestras.
Para todos vosotros... ¡Feliz Pascua de Resurrección!
Benjamín Echeverría
Ministro Provincial de Capuchinos de España