El Gobierno de Navarra ha publicado la "Crónica del convento de capuchinos Extramuros de Pamplona desde 1679 a 1833", que cuenta con la colaboración del Premio Príncipe de Viana, el capuchino Tarsicio de Azcona, quien ha realizado la introducción y revisión de este texto.
Según ha explicado el Ejecutivo foral en una nota, la obra pone de manifiesto el protagonismo social de primer orden que tenía el clero por entonces; ayuda a captar la mentalidad de una época muy distinta; y permite descubrir los detalles y "vericuetos intrincados y sutiles de la historia de la ciudad, de la Orden capuchina y de sus relaciones recíprocas".
La crónica narra muchos acontecimientos civiles y religiosos de la ciudad, de Navarra y de España, y otros que afectaban a la Orden: diversas obras en el edificio, las visitas de los ministros generales, los capítulos provinciales, o las grandes celebraciones religiosas, entre otras.
Se han impreso 400 ejemplares, que se venderán a 18 euros.
Se trata de una fuente primaria de conocimiento de la historia de la Orden capuchina, pero todavía más para el conocimiento de la ciudad de Pamplona, de las relaciones que existían entre los distintos estamentos sociales y de los poderes -el político y el religioso-, que vertebraban aquella sociedad en plena época del barroco y del tridentinismo (contrarreforma católica), promovida por la Iglesia.
Ambas dimensiones se mezclaban y daban características especiales a las relaciones sociales, política y religiosas, según explica en el prólogo José Ángel Echeverría, profesor de la Universidad de Teología de Vitoria y archivero del Archivo Histórico de Capuchinos de Pamplona.
Las mismas fuentes explican que el fallecido capuchino Vidal Pérez de Villarreal realizó una primera transcripción del Libro de Anotaciones o de Crónica del convento, que incluye ahora un auténtico índice de materias, y un índice de los títulos escritos al margen del texto, de forma cronológica, lo que representa una inestimable ayuda para el lector y el investigador.
Cuenta, además, con una introducción del historiador y Premio Príncipe de Viana de la Cultura 2014, el Padre Tarsicio de Azcona.
El convento se fundó en 1606 y fue desde entonces un foco de irradiación de la Orden capuchina en Navarra y Guipúzcoa.
Según afirma el prologuista, una vez que la custodia de Navarra y Cantabria fue elevada a provincia canónica en 1679, el convento adquirió una posición aún más elevada, llamado a mantener desde entonces relaciones del máximo nivel con las autoridades del reino, del Ayuntamiento de la ciudad y de la mitra iruñesa.
Al mismo tiempo, pasó a ser sede del ministro provincial y se consolidó como casa de estudios donde se formaban los futuros sacerdotes capuchinos.
Las páginas de la crónica desvelan las relaciones estrechas que el convento mantenía con las autoridades del reino, en especial con los virreyes, los regidores o los obispos de la ciudad.
Recibió visitas reales, llenas de protocolo y boato, como la de Felipe V e Isabel de Farnesio, junto con su ministro Alberoni, en 1716, aunque también se desplegó con exhuberancia durante las visitas que realizaban los ministros generales capuchinos de otras provincias, que tenían el título de grandes de España y eran recibidos como tales con salvas y cañonazos.
También ofrecían colorido y riqueza propiamente barrocas las fiestas de beatificación y canonización, y las solemnes funciones religiosas, que contaban con una profusa decoración que incluía innumerables velas, música y hasta fuegos de artificio, y que duraban varios días.
El Libro de las Anotaciones, explica Tarsicio de Azcona, termina el 29 de septiembre de 1833 con la muerte de Fernando VII, cuando el reino se ha complicado con las luchas intestinas por la sucesión y el malestar se ha centuplicado con las desamortización de las casas religiosas en 1836, por lo que nadie continuó esta crónica durante los cuatro largos decenios de exclaustración, hasta el año 1879, en que fue restaurado el convento de Pamplona.
El Gobierno de Navarra ha publicado la "Crónica del convento de capuchinos Extramuros de Pamplona desde 1679 a 1833", que cuenta con la colaboración del Premio Príncipe de Viana, el capuchino Tarsicio de Azcona, quien ha realizado la introducción y revisión de este texto.
Según ha explicado el Ejecutivo foral en una nota, la obra pone de manifiesto el protagonismo social de primer orden que tenía el clero por entonces; ayuda a captar la mentalidad de una época muy distinta; y permite descubrir los detalles y "vericuetos intrincados y sutiles de la historia de la ciudad, de la Orden capuchina y de sus relaciones recíprocas".
La crónica narra muchos acontecimientos civiles y religiosos de la ciudad, de Navarra y de España, y otros que afectaban a la Orden: diversas obras en el edificio, las visitas de los ministros generales, los capítulos provinciales, o las grandes celebraciones religiosas, entre otras.
Se han impreso 400 ejemplares, que se venderán a 18 euros.
Se trata de una fuente primaria de conocimiento de la historia de la Orden capuchina, pero todavía más para el conocimiento de la ciudad de Pamplona, de las relaciones que existían entre los distintos estamentos sociales y de los poderes -el político y el religioso-, que vertebraban aquella sociedad en plena época del barroco y del tridentinismo (contrarreforma católica), promovida por la Iglesia.
Ambas dimensiones se mezclaban y daban características especiales a las relaciones sociales, política y religiosas, según explica en el prólogo José Ángel Echeverría, profesor de la Universidad de Teología de Vitoria y archivero del Archivo Histórico de Capuchinos de Pamplona.
Las mismas fuentes explican que el fallecido capuchino Vidal Pérez de Villarreal realizó una primera transcripción del Libro de Anotaciones o de Crónica del convento, que incluye ahora un auténtico índice de materias, y un índice de los títulos escritos al margen del texto, de forma cronológica, lo que representa una inestimable ayuda para el lector y el investigador.
Cuenta, además, con una introducción del historiador y Premio Príncipe de Viana de la Cultura 2014, el Padre Tarsicio de Azcona.
El convento se fundó en 1606 y fue desde entonces un foco de irradiación de la Orden capuchina en Navarra y Guipúzcoa.
Según afirma el prologuista, una vez que la custodia de Navarra y Cantabria fue elevada a provincia canónica en 1679, el convento adquirió una posición aún más elevada, llamado a mantener desde entonces relaciones del máximo nivel con las autoridades del reino, del Ayuntamiento de la ciudad y de la mitra iruñesa.
Al mismo tiempo, pasó a ser sede del ministro provincial y se consolidó como casa de estudios donde se formaban los futuros sacerdotes capuchinos.
Las páginas de la crónica desvelan las relaciones estrechas que el convento mantenía con las autoridades del reino, en especial con los virreyes, los regidores o los obispos de la ciudad.
Recibió visitas reales, llenas de protocolo y boato, como la de Felipe V e Isabel de Farnesio, junto con su ministro Alberoni, en 1716, aunque también se desplegó con exhuberancia durante las visitas que realizaban los ministros generales capuchinos de otras provincias, que tenían el título de grandes de España y eran recibidos como tales con salvas y cañonazos.
También ofrecían colorido y riqueza propiamente barrocas las fiestas de beatificación y canonización, y las solemnes funciones religiosas, que contaban con una profusa decoración que incluía innumerables velas, música y hasta fuegos de artificio, y que duraban varios días.
El Libro de las Anotaciones, explica Tarsicio de Azcona, termina el 29 de septiembre de 1833 con la muerte de Fernando VII, cuando el reino se ha complicado con las luchas intestinas por la sucesión y el malestar se ha centuplicado con las desamortización de las casas religiosas en 1836, por lo que nadie continuó esta crónica durante los cuatro largos decenios de exclaustración, hasta el año 1879, en que fue restaurado el convento de Pamplona.
(Noticias de Navarra)