Carlos Gil Arbiol es un Biblista que ha recogido el testigo de una gran generación de biblistas españoles y tiene un gran futuro por delante.
Nació en Tudela; sus primeros estudios los realizó en la misma ciudad de Tudela y estudió teología en la Facultad de Teología de Vitoria para especializarse posteriormente en la Universidad de Deusto y completar sus estudios en Jerusalén y Escocia.
Le hacemos la siguiente entrevista con motivo de la publicación de su última obra, ¿Qué se sabe de… Pablo en el naciente cristianismo?
EVD – ¿Qué es lo que te motivó para estudiar Biblia?
Básicamente la cantidad de preguntas difíciles de responder que me encontraba al leerla: quién escribió cada parte, por qué decían lo que decían, qué sentido tenía cada texto en su origen, cómo nos acercaban esos textos a las experiencias vitales de aquella gente… Eran muchas más las preguntas que las respuestas y aquello me fascinaba. Y empecé a indagar por mi cuenta, muy rudimentariamente; y con aquellos incipientes escenarios y mi imaginación, me hice con la idea de una historia admirable. Con el tiempo y con el apoyo de mucha gente me lancé a estudiarla más en serio…
EVD – Y, ¿Por qué la especialidad en Pablo?
A veces las decisiones vienen más condicionadas por razones externas o ajenas… Pablo apareció en mi camino accidentalmente, en un momento que mi idea de él era más bien negativa, condicionada por cantidad de prejuicios e ideas preconcebidas (imagino que las mismas que sigue teniendo hoy mucha gente sobre él). Tuve que preparar la asignatura de Escritos Paulinos para suplir a un profesor y, en parte gracias a la perspectiva de autores contemporáneos que me abrieron los ojos y, por otra parte, gracias a una lectura nueva de sus cartas, se me abrió un horizonte insospechado de verdad. Se apareció ante mí un personaje fascinante, cuya originalidad y valentía yo no había ni imaginado… Me dejó todavía más intrigado y con ganas de estudiarlo con detenimiento. Y así empezó.
EVD – Si hoy Pablo estuviera entre nosotros, ¿Qué países estaría recorriendo? ¿Qué dificultades encontraría en su labor misionera?
Es difícil imaginarse a Pablo hoy; yo lo he estudiado siempre contextualizado en su tiempo (para evitar anacronismos…). Pero en cualquier caso, creo iría a aquellos lugares en donde se cuecen las grandes decisiones: Washington en EE.UU; Bruselas en Europa; Panamá o México en América central; Nueva Delhi en India; Pekín en China… Como entonces, imagino que lo echarían a patadas de muchos sitios y que encontraría eco entre los grupos de protesta encartelados a las puertas de las reuniones del G-8 o el G-20 o el FMI… Entre estos insatisfechos, excluidos o sensibilizados con las consecuencias de la injusticia, ahí les hablaría de una víctima de los poderes militares y fácticos que había sido asesinada por defender la justicia de Dios… Imagino que lo juzgarían y condenarían en cualquier país de esos y lo intentarían acallar… Probablemente no lo conseguirían…
EVD – Vamos a imaginarnos que Pablo de Tarso tuviera un encuentro con Francisco (Bergoglio), ¿Qué le recomendaría en relación a la Iglesia?
Pablo, en su tiempo, se enfrentó con los demás líderes de aquellos grupos de seguidores de Jesús de la primera mitad del siglo primero porque, a su juicio, no eran consecuentes con lo que decían. A Pedro se atrevió a decirle que no podía pedir a los gentiles de su tiempo lo que él no hacía… Creo que hoy volvería a echar en cara esta hipocresía que les achacó hace tantos años. Bergoglio, no cabe duda, está siendo en muchas cosas mucho más valiente y decidido que sus predecesores en muchas cuestiones políticas, sociales y económicas… Probablemente, las reformas que pretende requieren un tiempo, prudencia, mano izquierda, diálogo, soluciones de compromiso… Eso caracterizó a Pedro en aquellos primeros años y Pablo le echó en cara la tibieza de sus decisiones y la poca valentía para enfrentarse a los que, desde dentro de los seguidores de Jesús, buscaban otros intereses. Es más que probable que Pablo hoy hiciera lo mismo también con Bergoglio; creo que la moderación y la mano izquierda no era lo que más caracterizaba a Pablo.
EVD – Hoy día, a los 50 años del Concilio Vaticano II, ¿Qué aportaría Pablo en el terreno teológico?
Volver a las raíces, a lo fundamental, a lo importante e imprescindible… Estos cincuenta años de post-concilio han sido, en muchos aspectos, una batalla desde sectores conservadores y temerosos contra la apertura al mundo, un intento de contrarrestar algunos de los logros más valiosos del Concilio. La centralidad de Jesús, del acontecimiento revelador de su muerte para conocer a Dios Padre es el centro de toda su teología y de su cosmovisión. Creo que aportaría eso, ir a lo fundamental.
EVD – ¿Dónde situamos mejor a Pablo, como fundador del cristianismo, o como traidor al judaísmo?
Pues ni una cosa ni otra. Ni fue fundador del cristianismo ni un traidor al judaísmo. Ambas imágenes, aunque desgraciadamente todavía persisten en muchas cabezas, son anacrónicas y erróneas. Pablo no abandonó jamás el judaísmo en el que nació y creció; toda su vida fue judío; creer que Jesús crucificado era el Mesías de Dios no le hizo abandonar su fe, sino todo lo contrario: enraizarla y radicalizarla. Pablo no fue cristiano ni fundó el cristianismo; fue judío y nunca dejó de serlo. De hecho, el cristianismo no es el resultado del proyecto de Pablo sino, más bien, de su fracaso. El proyecto de Pablo no era fundar nada sino renovar el judaísmo volviendo a sus raíces, que las descubría en la muerte de Jesús. En los ambientes académicos se están superando (aunque despacio) esas imágenes anacrónicas, pero todavía siguen muy presentes entre muchos creyentes cristianos y no le hacen justicia a Pablo ni al cristianismo.
EVD – En tu libro aparecen unos calificativos de Nietzsche sobre Pablo un tanto duros. ¿De alguna manera podríamos defender a Pablo de esas “acusaciones”?
Pues no sé si deberíamos… En cualquier caso, yo no estoy en total desacuerdo con Nietzsche; más allá de las obvias exageraciones sobre su psicología (que obviamente desconocía, como nosotros), parte de lo que dice es defendible. Que era una persona de difícil carácter, ambiguo, genial, arrollador, arbitrario, carismático… yo también lo creo. Pero Nietzsche, además, dice algo que refleja su fina intuición y su comprensión de Pablo: “Si se hubiera leído a Pablo, si se le hubiera leído realmente… hace tiempo que el cristianismo habría desaparecido”. En este eslogan (y los eslóganes, como los titulares, siempre simplifican la realidad) hay una cierta dosis de verdad: como he dicho antes, el proyecto de Pablo no era fundar nada, sino renovar el judaísmo volviendo a sus raíces, que las descubría en la muerte de Jesús. Desde esta perspectiva Nietzsche puede tener razón en lo que dice, porque ese proyecto fracasó; Pablo no consiguió que Israel creyera en Jesús. Más tarde vinieron otros que transformaron ese fracaso en un proyecto exitoso; esta es una característica muy peculiar de los orígenes del cristianismo: transformar aparentes fracasos en rotundos éxitos… Pero esta es otra historia.
EVD -¿Qué significaría para nuestra Iglesia eso de que “para que Pablo sea liberador, hay que liberarlo de su encerramiento en la santidad”?
Muchas veces se ha leído a Pablo fragmentariamente, extrayendo párrafos de sus cartas y leyéndolos descontextualizados y con un interés moralizante. La lectura litúrgica ha colaborado en ello. Creo que eso ha hecho mucho daño a la imagen de Pablo dentro de la Iglesia. Hay que liberar a Pablo de esa imagen que lo presenta como un predicador moral preocupado por un concepto de santidad, que se confunde con el Levítico. La santidad de la que habla Pablo no es una moral sexual o un compendio de normas para todos los tiempos y lugares. Algo muy característico de Pablo es su flexibilidad para aplicar sus orientaciones de un modo u otro según las circunstancias; con lo que era inflexible era con la imagen de Dios que transmitía cada creyente en particular y cada asamblea en general cuando tomaban cualquier decisión; se podía participar en otros cultos o no, se podían tener unas relaciones sexuales u otras, se podían casar o separar, podían dar la palabra a los incultos o a los sabios, se podían reunir de un modo u otro… pero siempre que reflejaran al Dios que se revelaba en la cruz. Si esto era el objetivo y así lo hacían, lo concreto de la forma podía ser secundario.
EVD – Imaginas a Pablo caminando hoy por las calles de Jerusalén, o por Damasco, ¿Qué le impresionaría más, o qué opinaría, que escribiría?
Creo que le dolería lo que ocurre en ambas ciudades; no sé cuál le angustiaría más. Ambas ciudades están, aunque en contextos diferentes, sufriendo las consecuencias de odios raciales, étnicos y religiosos. Sean unos musulmanes (chiís o sunís) contra otros; sean musulmanes contra judíos; sean judíos contra musulmanes; sean Israelíes contra palestinos o viceversa… El caso es que las “identidades asesinas”, por usar la expresión de AminMaalouf, se están verificando como verdaderamente mortales. Pablo se esforzó como ningún otro creyente en Jesús de su tiempo por hacer de su fe la base de una nueva identidad abarcante, acogedora de las diferencias entre judíos y paganos, hombres y mujeres o libres y esclavos. Su idea de universalidad y el empeño por superar los muros que hacen las personas para separarse unos de otros, sigue siendo hoy una novedad con un enorme potencial de resolución de conflictos. Como he dicho antes, quien hoy plantea este horizonte, es muy fácil que acabe como Pablo.
EVD – ¿Qué dificultades encontraría Pablo hoy en día para el anuncio de la Buena Noticia teniendo en cuenta los actuales poderes institucionales, económicos-financieros?
Por una parte, la humanidad ha logrado unas cotas de entendimiento y organización internacional como nunca antes; eso tiene un gran potencial para resolver conflictos. Desgraciadamente, sin embargo, esos mismos instrumentos son también eficaces mecanismos de control social y político, de opresión e imposición de unas naciones sobre otras. Pablo no se enfrentaría directamente con los poderes fácticos pero en su estrategia para ofrecer una alternativa a las víctimas de los mecanismos de exclusión y explotación, seguro que encontraría una clara oposición.
EVD – ¿Cuál es la identidad del Dios que presenta Pablo?
Aquí está, sin duda, el corazón o la fuerza que movió el proyecto de Pablo: descubrió que el Dios en quien había creído siempre ya no le exigía una determinada condición moral, ritual o religiosa para acogerlo y reconocerlo como digno de sí, sino que lo amaba sin que él hubiera hecho nada por merecerlo y sin dejar de equivocarse o de saltarse la ley. Cuando Pablo descubrió que en la cruz de Jesús Dios estaba mostrando su modo de actuar, no castigando o vengándose contra los verdugos de Jesús o tomando represalias contra los culpables, se le abrió una nueva perspectiva en la vida; se propuso que todo lo que hiciera imitara a ese Dios descubierto en la cruz, un Dios de reconciliación y de acogida, no de castigo o venganza.
EVD – Jesús y Pablo no se conocieron personalmente pero ¿quién es ese Jesús que presenta Pablo?
Pablo apenas cita ningún dicho o hecho de la vida de Jesús. Lo más probable no es que Pablo desconociera la vida de Jesús, sino que no lo citara porque era citado por sus oponentes: los dichos y hechos eran mencionados por sus otros creyentes para defender que Jesús se había dirigido siempre a los judíos y que el movimiento de sus seguidores debía crecer entre los judíos. Pablo tenía otra idea que no podía apoyar en los dichos de Jesús, pero sí en el acontecimiento de su muerte y resurrección: si Dios había hecho aquello era porque la buena noticia de quién es Dios ya no se podía limitar a los circuncidados, había que anunciarla a todos. Esto generó tensiones y quizá algunos creyeron que Pablo se estaba distanciando de Jesús, pero en realidad estaban muy cerca: Jesús se caracterizó por relacionarse y acoger a los pecadores, impuros, excluidos por los mecanismos religiosos oficiales, y les ofreció una comunidad de vida alternativa. Pablo, en este punto, hizo lo mismo.