Hasta los siete años permaneció en su localidad natal, a partir de los siete hasta los veinte vivió en Alconchel de Ariza, con Martín García, un vecino del pueblo. Pascual se dedicó al pastoreo de las ovejas. En Alconchel aprendió a leer y a escribir de manera autodidacta con la ayuda de devocionarios.
Posteriormente emigró al Reino de Valencia para trabajar a cargo de don Aparicio Martínez en Monforte del Cid (Alicante).
Fue pastor de ovejas desde los 7 hasta los 24 años. Después, alrededor de los 28 será hermano religioso, franciscano.
Tras el suceso conocido como “milagro de la aparición”, pidió ingresar en la orden franciscana.
Ingresó en el convento de Nuestra Señora Orito, en Orito, una pedanía de Monforte del Cid, famosa por la sencillez de los religiosos franciscanos alcantarinos que lo habitaban.
Vistió los hábitos en 1564, en el convento ilicitano de San José y profesó en Orito el 2 de febrero de 1565.
El Martirologio Romano nos dice que San Pascual Bailón fue un hombre de vida austera y de maravillosa inocencia. La santa Sede lo proclamó Patrono de los Congresos Eucarísticos y de las Cofradías del Santísimo Sacramento.
Su más grande amor durante toda la vida fue la Sagrada Eucaristía. Decía el dueño de la finca en el cual trabajaba como pastor, que el mejor regalo que le podía ofrecer al Niño Pascual era permitirle asistir algún día entre semana a la Santa Misa.
Desde los campos donde cuidaba las ovejas de su amo, alcanzaba a ver la torre del pueblo y de vez en cuando se arrodillaba a adorar el Santísimo Sacramento, desde esas lejanías.
En esos tiempos se acostumbraba que al elevar la Hostia el sacerdote en la Misa, se diera un toque de campanas. Cuando el pastorcito Pascual oía la campana, se arrodillaba allá en su campo, mirando hacia el templo y adoraba a Jesucristo presente en la Santa Hostia.
Como religioso franciscano sus oficios fueron siempre los más humildes: portero, cocinero, mandadero, barrendero. Pero su gran especialidad fue siempre un amor inmenso a Jesús en la Santa Hostia, en la Eucaristía.
Durante el día, cualquier rato que tuviera libre lo empleaba para estarse en la capilla, de rodillas con los brazos en cruz adorando a Jesús Sacramentado. Por las noches pasaba horas y horas ante el Santísimo Sacramento. Cuando los demás se iban a dormir, él se quedaba rezando ante el altar. Y por la madrugada, varias horas antes de que los demás religiosos llegaran a la capilla a orar, ya estaba allí el hermano Pascual adorando a Nuestro Señor.
Pascual compuso varias oraciones muy hermosas al Santísimo Sacramento y el sabio Arzobispo San Luis de Rivera al leerlas exclamó admirado:
“Estas almas sencillas sí que se ganan los mejores puestos en el cielo. Nuestras sabidurías humanas valen poco si se comparan con la sabiduría divina que Dios concede a los humildes”.
Pascual murió en la fiesta de Pentecostés de 1592, el 17 de mayo (la Iglesia celebra tres pascuas: Pascua de Navidad, Pascua de Resurrección y Pascua de Pentecostés. Pascua significa: paso de la esclavitud a la libertad).
Y parece que el regalo de Pentecostés que el Espíritu Santo le concedió fue su inmenso y constante amor por Jesús en la Eucaristía. Fue declarado santo en 1690.
Todos los años, en los días anteriores al 17 de mayo se viene celebrando en Orito la tradicional Romería de san Pascual, que tiene como punto de llegada el santuario sito en la montaña conocido como Cueva de san Pascual, en el mismo término de Orito.