Viernes 25º Semana Ordinario 1º de salterio
San Vicente de Paúl
Primera lectura: Eclesiastés 3, 1-11
Cada cosa tiene su momento bajo el cielo.
Salmo: 143, 1a y 2abc. 3-4
R/. Bendito sea el Señor, mi Fortaleza.
Evangelio: Lucas 9, 18-22
En una ocasión en que Jesús se había retirado para orar a solas, los discípulos fueron a reunirse con él. Jesús, entonces, les preguntó:
—¿Quién dice la gente que soy yo?
Ellos contestaron: —Unos dicen que eres Juan el Bautista; otros, que Elías; y otros, que uno de los antiguos profetas que ha resucitado.
Jesús insistió: —Y ustedes, ¿quién dicen que soy?
Entonces Pedro declaró: —¡Tú eres el Mesías enviado por Dios!
Jesús, por su parte, les encargó encarecidamente que a nadie dijeran nada de esto.
Les dijo también: —El Hijo del hombre tiene que sufrir mucho; va a ser rechazado por los ancianos del pueblo, por los jefes de los sacerdotes y por los maestros de la ley que le darán muerte; pero al tercer día resucitará.
Reflexión:
Jesús pregunta a los discípulos qué dice de él la gente. Y, sobre todo, qué dicen ellos. Conocemos la respuesta de Pedro. Y nosotros, ¿quién decimos que es Jesús?, ¿cómo lo decimos? Hay “lenguajes” que no conducen ni traducen a Jesús. Y hacerlo visible y accesible con credibilidad es la misión de la Iglesia, y de cada miembro de la Iglesia. La respuesta de Jesús a Pedro es clarificadora: donde falta la cruz, está ausente Cristo. ¿Qué significa existencialmente Jesús y la Cruz en mi vida? No le bastan las respuestas “doctrinales”. Y eso no es una invitación a “inventarnos” a un Jesús a nuestra medida, sino a descubrirlo en la oración, en el estudio de la palabra de Dios y en los clamores humanos a los que él convirtió en testimonios de su presencia. “¿Quién decís que soy yo?”.
Debe ser la pregunta transversal de toda nuestra vida, que pide una respuesta que no puede ser precipitada ni distorsionada.