Lunes Ordinario 34ª Semana 4ª de Salterio

San Andrés Dung-Lac, Compañeros Mártires.

Primera lectura: Dan1, 1-6. 8-20;

El año tercero del reinado de Joaquín, rey de Judá, Nabucodonosor, rey de Babilonia, llegó a Jerusalén y la asedió. El Señor entregó en su poder a Joaquín, rey de Judá, y todo el ajuar que quedaba en el templo. Nabucodonosor se los llevó a Senaar, al templo de su dios, y el ajuar del templo lo metió en el depósito del templo de su dios. El rey ordenó a Aspenaz, jefe de sus eunucos, seleccionar algunos hijos de Israel de sangre real y de la nobleza, 4jóvenes, perfectamente sanos, de buen tipo, bien formados en la sabiduría, cultos e inteligentes, y aptos para servir en el palacio real; y ordenó que les enseñasen la lengua y literatura caldeas. Cada día el rey les pasaba una ración de comida y de vino de la mesa real. Su educación duraría tres años, al cabo de los cuales entrarían al servicio del rey. Entre ellos había unos judíos: Daniel, Ananías, Misael y Azarías. 

Daniel hizo el propósito de no contaminarse con los manjares, ni con el vino de la mesa real, y pidió al capitán de los eunucos que le dispensase de aquella contaminación. Dios concedió a Daniel encontrar gracia y misericordia en el capitán de los eunucos, y este dijo a Daniel: —Tengo miedo al rey mi señor, que os ha asignado la ración de comida y bebida; pues si os ve más flacos que vuestros compañeros, ponéis en peligro mi cabeza delante del rey. Daniel dijo al encargado que el capitán de los eunucos había puesto para cuidarlos a él, a Ananías, a Misael y a Azarías: —Por favor, prueba diez días con tus siervos: que nos den legumbres para comer y agua para beber. Después, que comparen en tu presencia nuestro aspecto y el de los jóvenes que comen de la mesa real, y trátanos según el resultado. Él les aceptó la propuesta e hizo la prueba durante diez días. Después de los diez días tenían mejor aspecto y estaban más robustos que cualquiera de los jóvenes que comían de la mesa real. Así que el encargado les retiró la ración de comida y de vino, y les dio legumbres. Dios les concedió a las cuatro inteligencias, comprensión de cualquier escritura, y sabiduría. Daniel sabía, además, interpretar visiones y sueños. Al cumplirse el plazo señalado para presentarlos al rey, el capitán de los eunucos los llevó a Nabucodonosor. Después de hablar con ellos, el rey no encontró ninguno como Daniel, Ananías, Misael y Azarías, y quedaron a su servicio. Y en todas las cuestiones y problemas que el rey les proponía, los encontró diez veces superiores al resto de los magos y adivinos de todo su reino. 


Salmo: Sal 3,52a y 53a. 54a. 55a. 56a;

R/.A ti gloria y alabanza por los siglos

Bendito eres, Señor, Dios de nuestros padres, çbendito tu nombre santo y glorioso. R/.

Bendito eres en el templo de tu santa gloria. R/.

Bendito eres sobre el trono de tu reino. R/.

Bendito eres tú, que, sentado sobre querubines, sondeas los abismos. R/.

Bendito eres en la bóveda del cielo. R/.


Reflexión:

La verdadera dimensión de las cosas la marca el corazón. Observando el gesto de la viuda, Jesús alaba su valentía y su generosidad. No da limosna, se hace ella limosna para Dios. Los otros daban, pero no se daban. Daban sobrantes. Su limosna era “ruidosa”, la de la viuda, “silenciosa. Jesús, que penetra el corazón humano, descubre la verdad de la ofrenda. La limosna de la viuda “transpira” fe y  amor. Y ese es el “olor” que agrada a Dios. ¡Cuántas donaciones superfluas hay en nuestras vidas! Jesús se dio, y nos enseña que nuestra ofrenda no debe ser distinta de nosotros mismos. “Presentad vuestras vidas como ofrenda agradable a Dios” (Rom 12,1).  La lección es clara: no bastan los excedentes ni para Dios ni para los hombres.


Evangelio: Lc 21,1-4.

Alzando los ojos, vio a unos ricos que echaban donativos en el tesoro del templo; vio también una viuda pobre que echaba dos monedillas, y dijo: «En verdad os digo que esa pobre viuda ha echado más que todos, porque todos esos han contribuido a los donativos con lo que les sobra, pero ella, que pasa necesidad, ha echado todo lo que tenía para vivir».


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