Miércoles Ordinario 24ª Semana 2ª de Salterio

San Roberto Belarmino, Impresión de las LLagas de N.P.S. Francisco.

Primera lectura: 1 Tim 3,14-16;

Querido hermano: Aunque espero estar pronto contigo, te escribo estas cosas 15por si tardo, para que sepas cómo conviene conducirse en la casa de Dios, que es la Iglesia del Dios vivo, columna y fundamento de la verdad. En verdad es grande el misterio de la piedad, el cual fue manifestado en la carne, justificado en el Espíritu, mostrado a los ángeles, proclamado en las naciones, creído en el mundo, recibido en la gloria.


Salmo: Sal 110,1-b2. 3-4. 5-6;

R/. Grandes son las obras del Señor.

Doy gracias al Señor de todo corazón, en compañía de los rectos, en la asamblea. Grandes son las obras del Señor, dignas de estudio para los que las aman. R/.

Esplendor y belleza son su obra, su justicia dura por siempre. Ha hecho maravillas memorables, el Señor es piadoso y clemente.  R/.

Él da alimento a los que le temen recordando siempre su alianza. Mostró a su pueblo la fuerza de su obrar, dándoles la heredad de los gentiles. R/.


Evangelio: Lc 7,31-35.

En aquel tiempo, dijo el Señor: «¿A quién, pues, compararé los hombres de esta generación? ¿A quién son semejantes? Se asemejan a unos niños, sentados en la plaza, que gritan a otros aquello de: “Hemos tocado la flauta y no habéis bailado, hemos entonado lamentaciones, y no habéis llorado” Porque vino Juan el Bautista, que ni come pan ni bebe vino, y decís: “Tiene un demonio”; vino el Hijo del hombre, que come y bebe, y decís: “Mirad qué hombre más comilón y borracho, amigo de publicanos y pecadores”. Sin embargo, todos los hijos de la sabiduría le han dado la razón». 


Reflexión:

Mientras la gente sencilla reconocía a Jesús como “un gran profeta surgido entre nosotros” (Lc 7,15), los “maestros” de la religión le califican de “borracho y comilón”. Las interpretaciones de la vida y acción de Jesús fueron variadas, como las de todos los enviados de Dios: lo fue la de Juan -“tiene un demonio”- y también la de Jesús. En ambos casos son interpretaciones equivocadas. Solo “los hijos de la Sabiduría”, los que han sabido reconocer la sabiduría de Dios presente en las palabras y hechos Juan y de Jesús, no obstantes las diferencias existentes entre ambos, han sabido reconocer en Jesús al Mesías de Dios. Pidamos al Señor esa “sabiduría” para reconocerlo en las múltiples presencias que él ha elegido, y no quedarnos encerrados en nuestros prejuicios.


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