Lunes Ordinario 24ª Semana de Solemnidad
Bienaventurada Virgen María de los Dolores, La Bien Aparecida.
Primera lectura: Heb 5,7-9;
Cristo, en los días de su vida mortal, a gritos y con lágrimas, presentó oraciones y súplicas al que podía salvarlo de la muerte, siendo escuchado por su piedad filial. Y, aun siendo Hijo, aprendió, sufriendo, a obedecer. Y, llevado a la consumación, se convirtió, para todos los que lo obedecen, en autor de salvación eterna.
Salmo: Salmo: Sal 30,2-6. 15-16. 20;
R/. Sálvame, Señor, por tu misericordia.
A ti, Señor, me acojo: no quede yo nunca defraudado; tú, que eres justo, ponme a salvo, inclina tu oído hacia mí. /R.
Ven aprisa a librarme, sé la roca de mi refugio, un baluarte donde me salve, tú que eres mi roca y mi baluarte; por tu nombre dirígeme y guíame. /R.
Sácame de la red que me han tendido, porque tú eres mi amparo. A tus manos encomiendo mi espíritu: tú, el Dios leal, me librarás. /R.
Pero yo confío en ti, Señor, te digo: «Tú eres mi Dios.» En tu mano están mis azares: líbrame de los enemigos que me persiguen. /R.
Qué bondad tan grande, Señor, reservas para tus fieles, y concedes a los que a ti se acogen a la vista de todos. /R.
Evangelio: Jn 19,25-27.
Junto a la cruz de Jesús estaban su madre, la hermana de su madre, María, la de Cleofás, y María, la Magdalena. Jesús, al ver a su madre y junto a ella al discípulo al que amaba, dijo a su madre: «Mujer, ahí tienes a tu hijo». Luego, dijo al discípulo: «Ahí tienes a tu madre». Y desde aquella hora, el discípulo la recibió como algo propio.
Reflexión:
Miremos hoy a María. Nadie siguió tan de cerca y con tanta intensidad la ruta de Jesús como ella, la Dolorosa. Desde que lo alumbró en Belén, en la máxima pobreza, hasta que lo presentó al Padre, deshecho y roto en el Calvario, su existencia estuvo presidida por la espada de dolor (Lc 2,35). “Ved si hay dolor semejante a mi dolor” (Lm 1,12) y, sin embargo, “Hágase en mí según tu palabra” (Lc 1,38). Es la lección que hoy nos da María: una lección de fortaleza para afrontar las situaciones límites; de fe para creer que por la cruz se llega a la resurrección; de esperanza para sabernos siempre en las manos de Dios; de amor para abrir nuestro corazón a todos los que sufren y aliviar su dolor con nuestra entrega.