Martes Aviento 2ª Semana 2º de Salterio
San Juan Diego, Santas Leocadia, Valeria.
Primera lectura: Is 40,1-11;
«Consolad, consolad a mi pueblo —dice vuestro Dios—; hablad al corazón de Jerusalén, gritadle, que se ha cumplido su servicio y está pagado su crimen, pues de la mano del Señor ha recibido doble paga por sus pecados». Una voz grita: «En el desierto preparadle un camino al Señor; allanad en la estepa una calzada para nuestro Dios; que los valles se levanten, que montes y colinas se abajen, que lo torcido se enderece y lo escabroso se iguale. Se revelará la gloria del Señor, y la verán todos juntos —ha hablado la boca del Señor—». Dice una voz: «Grita». Respondo: «¿Qué debo gritar?». «Toda carne es hierba y su belleza como flor campestre: 7se agosta la hierba, se marchita la flor, cuando el aliento del Señor sopla sobre ellos; sí, la hierba es el pueblo; se agosta la hierba, se marchita la flor, pero la palabra de nuestro Dios permanece para siempre». Súbete a un monte elevado, heraldo de Sión; alza fuerte la voz, heraldo de Jerusalén; álzala, no temas, di a las ciudades de Judá: «Aquí está vuestro Dios. Mirad, el Señor Dios llega con poder y con su brazo manda. Mirad, viene con él su salario y su recompensa lo precede. Como un pastor que apacienta el rebaño, reúne con su brazo los corderos y los lleva sobre el pecho; cuida él mismo a las ovejas que crían».
Salmo: Sal 95,1-2. 3 y 10ac. 11-12. 13;
R/. Aquí está nuestro Dios, que llega con fuerza
Canten al Señor un cántico nuevo, canten al Señor, toda la tierra; canten al Señor, bendigan su Nombre, proclamen día tras día su victoria. R/.
Cuenten a los pueblos su gloria, sus maravillas a todas las naciones. Digan a los pueblos: «El Señor es rey: Él gobierna a los pueblos rectamente». R/.
Alégrese el cielo, goce la tierra, retumbe el mar y cuanto lo llena; vitoreen los campos y cuanto hay en ellos, aclamen los árboles del bosque. R/.
Delante del Señor, que ya llega, ya llega a regir la tierra: regirá el orbe con justicia y los pueblos con fidelidad. R/.
Evangelio: Mt 18,12-14.
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
¿Qué os parece? Suponed que un hombre tiene cien ovejas: si una se le pierde, ¿no deja las noventa y nueve en los montes y va en busca de la perdida? Y si la encuentra, en verdad os digo que se alegra más por ella que por las noventa y nueve que no se habían extraviado. Igualmente, no es voluntad de vuestro Padre que está en el cielo que se pierda ni uno de estos pequeños.
Reflexión:
Dios es un Dios en salida, un Dios en búsqueda, con una inequívoca vocación pastoral. Su amor es personal y preferencial por lo “perdido”, lo no estadístico, y que por eso no cuenta. Nunca da a nada ni a nadie por perdido. Y ese es precisamente el rostro que encarna y quiere mostrarnos Jesús, que “Ha venido a buscar lo que estaba perdido” (Lc 19,10). Un Dios que se alegra con la recuperación de la oveja extraviada, que no descansa tranquilo mientras falte una. Un pastor, Padre y Madre, que “recoge en brazos a los corderos, los lleva en su regazo y trata con cuidado a las paridas” (Is 40,11). Un Dios “ternura”. Y ahí reside nuestra esperanza. ¿Participamos de esa inquietud pastoral? ¿La vivimos así, a su estilo? ¿Vivimos sólo para nosotros y para lo nuestro?