Sábado Ordinario 31ª Semana 1ª de Salterio
Beata Isabel de La Trinidad, San Macario.
Primera lectura: Rom 16,3-9. 16. 22-27;
Saludad a Prisca y Áquila, mis colaboradores en la obra de Cristo Jesús, que expusieron sus cabezas por salvar mi vida; no soy yo solo quien les está agradecido, también todas las iglesias de los gentiles. Saludad asimismo a la Iglesia que se reúne en su casa. Saludad a mi querido Epéneto, primicias de Asia para Cristo. Saludad a María, que con tanto afán ha trabajado en vuestro favor. Saludad a Andrónico y a Junia, mis parientes y compañeros de prisión, que son ilustres entre los apóstoles y además llegaron a Cristo antes que yo. Saludad a Ampliato, a quien quiero en el Señor. Saludad a Urbano, colaborador nuestro en la obra de Cristo, y a mi querido Estaquio.
Yo, Tercio, que escribo la carta, os saludo en el Señor. Os saluda Gayo, que me hospeda a mí y a toda esta Iglesia. Os saluda Erasto, tesorero de la ciudad, y Cuarto, el hermano. Al que puede consolidaros según mi Evangelio y el mensaje de Jesucristo que proclamo, conforme a la revelación del misterio mantenido en secreto durante siglos eternos y manifestado ahora mediante las Escrituras proféticas, dado a conocer según disposición del Dios eterno para que todas las gentes llegaran a la obediencia de la fe; a Dios, único Sabio, por Jesucristo, la gloria por los siglos de los siglos. Amén.
Salmo: Sal 144, 2-3. 4-5. 10-11;
R/. Bendeciré tu nombre por siempre, Dios mío, mi Rey
Día tras día te bendeciré
y alabaré tu nombre por siempre jamás.
Grande es el Señor, y merece toda alabanza,
es incalculable su grandeza. R/.
Una generación pondera tus obras a la otra,
y le cuenta sus hazañas;
alaban ellos la gloria de tu majestad,
y yo repito tus maravillas. R/.
Que todas las criaturas te den gracias, Señor,
que te bendigan tus fieles;
que proclamen la gloria de tu reinado,
que hablen de tus hazañas. R/.
Evangelio: Lc 16,9-15.
Y yo os digo: ganaos, amigos con el dinero de iniquidad, para que, cuando os falte, os reciban en las moradas eternas. El que es fiel en lo poco, también en lo mucho es fiel; el que es injusto en lo poco, también en lo mucho es injusto. Pues, si no fuisteis fieles en la riqueza injusta, ¿quién os confiará la verdadera? Si no fuisteis fieles en lo ajeno, ¿lo vuestro, ¿quién os lo dará? Ningún siervo puede servir a dos señores, porque, o bien aborrecerá a uno y amará al otro, o bien se dedicará al primero y no hará caso del segundo. No podéis servir a Dios y al dinero». Los fariseos, que eran amigos del dinero, estaban escuchando todo esto y se burlaban de él. Y les dijo: «Vosotros os las dais de justos delante de los hombres, pero Dios conoce vuestros corazones, pues lo que es sublime entre los hombres es abominable ante Dios.
Reflexión:
Continuando la parábola iniciada ayer, Jesús invita a hacer un uso correcto e inteligente del dinero, a no absolutizarlo, sino a convertirlo de peligro, porque es peligroso, en oportunidad de salvación. El calificativo de “vil” no supone su demonización absoluta sino la denuncia de su posible origen, injusto, y de su acumulación insolidaria ignorando las carencias de los pobres, y de su absolutización. Advierte que no es posible servir a Dios y al dinero, porque Dios solo hay uno, lo otro es idolatría. Y lo dejó claro en algunas de sus parábolas (Lc 12,15-31; 16,9-31), y en sus palabras: “Ay de vosotros los ricos” (Lc 6,24), “Qué difícil es que un rico entre en el reino de los cielos” (Mt 19,23-24). “Los que le escuchaban esto se reían de él”. ¿Y nosotros?