Viernes 17º semana Tiempo Ordinario 1ª de salterio
San Eusebio de Berceli, Nuestra Señora de Los Ängeles.
Primera lectura: Jeremías 26, 1-9
El pueblo se arremolinó en torno a Jeremías en el templo del Señor.
Salmo: 68, 5. 8-10. 14
R/. Oh Dios, por tu inmenso amor, respóndeme.
Evangelio: Mateo 13, 54-58
En aquel tiempo, fue Jesús a su pueblo donde se puso a enseñar en su sinagoga, de tal manera que la gente no salía de su asombro y se preguntaba:
—¿De dónde le vienen a este los conocimientos que tiene y los milagros que hace? ¿No es este el hijo del carpintero? ¿No es María su madre, y sus hermanos Santiago, José, Simón y Judas? Y sus hermanas, ¿no viven todas ellas entre nosotros? ¿De dónde ha sacado todo eso?
Así que estaban desconcertados a causa de Jesús.
Por eso les dijo:
—Solo en su propia tierra y en su propia casa menosprecian a un profeta.
Y a causa de su falta de fe, no hizo allí muchos milagros.
Reflexión:
Hay conocimientos que no favorecen el conocimiento. Los paisanos de Jesús creían conocerlo porque conocían sus orígenes familia res (Mc 6,3) y geográficos (Jn 7,27), y no eran un aval convincente (Jn 1,46) pero desconocían el origen fundamental. Jesús encarnaba una novedad personal y una renovación que no se comprendían desde sus “antecedentes” familiares. Su reconocimiento quedaba bloqueado por los conocimientos “carnales”; le daban por sabido. Y se escandalizaban de él. A Jesús no se le entiende solo desde ciertos presupuestos culturales ni religiosos: él los rompe. Quizá también nosotros nos estemos incapacitando, desde nuestros conocimientos, para reconocer a Jesús como el Cristo de Dios. ¿Sigue siendo Jesús una sorpresa? ¿Inquieta nuestra vida? En Jesús Dios asumió la cercanía, la humildad, la concretez para hacerse presente entre nosotros. Y esa fue la sorpresa. Y esa sorpresa solo se entiende y se supera desde la fe.