Martes 1ª semana Tiempo Pascual

San Francisco de Paula

Primera lectura: Hechos 2, 36-41

Convertíos y sea bautizado cada uno de vosotros en el nombre de Jesús.
 


Salmo: 32, 4-5. 18-19. 20 y 22

R/. El amor del Señor llena la tierra.
 


Evangelio: Juan 20, 11-18

En aquel tiempo, fuera, junto al sepulcro, estaba María, llorando. Sin cesar de llorar, se asomó al interior del sepulcro y vio dos ángeles vestidos de Blanco , sentados en el lugar donde había estado el cuerpo de Jesús, uno a la cabecera y otro a los pies. Los ángeles le preguntaron:
—Mujer, ¿por qué lloras?
Ella contestó:
—Porque se han llevado a mi Señor y no sé dónde lo han puesto.
Volvió entonces la vista atrás, y vio a Jesús que estaba allí, pero no lo reconoció. Jesús le preguntó:
—Mujer, ¿por qué lloras? ¿A quién estás buscando?
Ella, creyendo que era el jardinero, le contestó:
—Señor, si te lo has llevado tú, dime dónde lo has puesto y yo misma iré a recogerlo.
Entonces Jesús la llamó por su nombre:
—¡María! Ella se volvió y exclamó en arameo:
—¡Rabboní! Que quiere decir «Maestro».
Jesús le dijo:
—No me retengas, porque todavía no he ido a mi Padre. Anda, ve y diles a mis hermanos que voy a mi Padre, que es también el Padre de ustedes; a mi Dios, que es también el Dios de ustedes.
María Magdalena fue a donde estaban los discípulos y les anunció:
—He visto al Señor y esto es lo que me ha encargado

 


Reflexión:

Dos aspectos a destacar: las lágrimas de María y la voz de Maestro. Las lágrimas son las de una buscadora del Señor: “Se han llevado a mi Señor”. María era una existencia polarizada por Jesús, a quien reconoce al escuchar pronunciar su nombre. Ni la muerte ni la resurrección le cambiaron la voz. A Jesús resucitado se le reconoce por su palabra. ¿Por qué lloras? ¿A quién buscas? Preguntas que valen para todos. María lloraba la ausencia de Jesús. ¿Cuál es el motivo y el contenido de nuestras lágrimas? ¿A quién buscamos? ¿A Jesús? Preguntas que también podemos formular a cuantos lloran y buscan. Preguntar por el sentido de las lágrimas es ya estar en disposición de enjugarlas e iluminarlas. Junto a los sepulcros lo normal es llorar, pero ¡hay que saber llorar! La voz de Jesús, llamándola por su nombre, le descubre al amado. Jesús llama siempre así. ¿Sabemos reconocernos en la llamada de Jesús?
 


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