Miércoles Ordinario 26ª Semana 4ª de Salterio
Santa Teresa del Niño Jesús.
Primera lectura: Neh 2,1-8;
En el mes de nisán del año veinte del rey Artajerjes, siendo yo el responsable del vino, lo tomé y se lo serví al rey. Yo estaba muy triste en su presencia. El rey me dijo: «¿Por qué ese semblante tan triste? No estás enfermo, pero tu corazón parece estar afligido». Entonces, con mucho miedo, dije al rey: «¡Larga vida al rey! ¿Cómo no ha de estar triste mi semblante, cuando la ciudad donde se encuentran las tumbas de mis padres está destruida y sus puertas han sido devoradas por el fuego?». El rey me dijo: «¿Qué quieres?». Yo, encomendándome al Dios del cielo, le dije: «Si le parece bien al rey y quiere contentar a su siervo, permítame ir a Judá, a la ciudad de las tumbas de mis padres, para reconstruirla». El rey, que tenía a la reina sentada a su lado, me preguntó: «¿Cuánto durará tu viaje y cuándo volverás?». Yo le fijé un plazo que le pareció bien y me permitió marchar. Después dije al rey: «Si le parece bien al rey, redácteme unas cartas para los gobernadores de Transeufratina, para que me dejen el paso libre hasta Judá, y una carta dirigida a Asaf, el guarda del parque real, para que me proporcione madera para construir las puertas de la ciudadela del templo, para la muralla de la ciudad y la casa donde voy a vivir». El rey las mandó redactar, porque la mano de Dios me protegía.
Salmo: Sal 136,1-2. 3 .4-5. 6;
R/. Que se me pegue la lengua al paladar
si no me acuerdo de ti
Junto a los canales de Babilonia
nos sentamos a llorar con nostalgia de Sión;
en los sauces de sus orillas
colgábamos nuestras cítaras. R/.
Allí los que nos deportaron
nos invitaban a cantar;
nuestros opresores, a divertirlos:
«Cantadnos un cantar de Sión.» R/.
¡Cómo cantar un cántico del Señor
en tierra extranjera!
Si me olvido de ti, Jerusalén,
que se me paralice la mano derecha. R/.
Que se me pegue la lengua al paladar
si no me acuerdo de ti,
si no pongo a Jerusalén
en la cumbre de mis alegrías. R/.
Evangelio: Lc 9,57-62.
Mientras iban de camino, le dijo uno: «Te seguiré adondequiera que vayas». Jesús le respondió: «Las zorras tienen madrigueras, y los pájaros del cielo nidos, pero el Hijo del hombre no tiene donde reclinar la cabeza». A otro le dijo: «Sígueme». Él respondió: «Señor, déjame primero ir a enterrar a mi padre». Le contestó: «Deja que los muertos entierren a sus muertos; tú vete a anunciar el reino de Dios». Otro le dijo: «Te seguiré, Señor. Pero déjame primero despedirme de los de mi casa». Jesús le contestó: «Nadie que pone la mano en el arado y mira hacia atrás vale para el reino de Dios».
Reflexión:
De muchas maneras fue dejando claro el Señor las exigencias del seguimiento. Hoy, ya orientado a Jerusalén, Jesús, con estos tres diálogos, quiere advertir a sus discípulos de la seriedad del camino emprendido, y lo hace con palabras “fuertes”, que no hay que tomar en la materialidad de la letra sino en la radicalidad de su espíritu. Ya en otras partes aludió a ello, como en la parábola de los invitados al banquete (Lc 14,15-21). El seguimiento nos cuesta porque estamos apegados a muchas cosas y porque, Jesús no lo ocultó, supone llevar cada uno y cada día su cruz. El seguimiento es un problema de afectos y de haberes. Y Jesús no mata los afectos, pero los reorienta. Se trata de acoger su propuesta y dejarnos permeabilizar por ella, como santa Teresa de Lisieux.