Nací en la ciudad de Guatemala el 20 de septiembre de 1961. Mis padres Cristina Salazar Barrera y Filiberto García Álvarez (Q.D.D.G). Fuimos doce hermanos, siete mujeres y cinco varones, de los cuales ocupo el sexto lugar. Crecí en una familia en la que mis padres nos inculcaron valores, principios cristianos y prácticas religiosas. En casa rezábamos con mi madre el Santo Rosario y todos los domingos la misa dominical. Para mí el domingo era una verdadera fiesta, era el día en que nos poníamos la mejor ropa que teníamos. Pero les diré un secreto, mi alegría en esa época era más porque a la salida de la Iglesia un señor vendía dulces, galletas, helados, y al salir de la misa lo disfrutábamos. Esto era una fiesta, en una colonia en la que no había muchas cosas para divertirse.
También con mi madre acudíamos a las enseñanzas bíblicas que daban los frailes franciscanos que atendían la Parroquia; ellos eran misioneros de origen italiano. Con mis hermanos y hermanas jugábamos toda clase de juegos infantiles, tanto entre nosotros como con nuestros vecinos, disfrutábamos mucho de ello. Por otro lado, éramos tantos que la pobre no sé cómo se las arreglaba para controlarnos. Casi todos éramos aficionados al deporte; yo practicaba el básquetbol. A pesar de ser muchos mis padres se esforzaron en darnos la educación escolar, por lo que aun estando bajo su tutela inicié a cursar la carrera de Perito Contador, la cual coroné estando en el convento.
Hermana, ¿Cómo se inicia su vida en una orden religiosa?
Ingresé a la Congregación de Hermanas Franciscanas Cooperadoras Parroquiales de la Asunción en enero del año 1979, a la edad de 17 años. Pero, ¿Cómo y de qué manera me llamó el Señor? A pesar de haber crecido en un ambiente religioso, mi deseo de ser religiosa no fue desde pequeña. El Señor a cada persona la llama de diferente manera y tiene sus técnicas para ello, puesto que de lo contrario algunos nos escaparíamos y nos haríamos sordos para no escuchar su voz. Entre estudio y deporte, también pertenecía al grupo juvenil JUFRA (Juventud Franciscana).
El párroco invitó a unas orientaciones vocacionales. Yo asistí por curiosidad, o por decreto, podría decir, ya que en todo lo que se hacía en la Iglesia participábamos con algunos de mis hermanos. Como parte de esa orientación y motivación, llegaron dos postulantes de la Congregación a la que pertenezco y nos hablaron de San Francisco de Asís. Con todo eso, aún no había sentido el llamado. Mi deseo era llegar a jugar en la liga mayor de básquetbol, de hecho, ya estaba encaminando mis pasos hacia allí, con la esperanza de que se fijaran en cómo jugaba y me eligieran; así que al jugar ponía alma y corazón. Yo pertenecía a un equipo de baloncesto de la colonia y el entrenador nos inscribió en el gimnasio nacional, con miras a ayudarnos a escalar en el deporte. Con mi hermana menor y otra joven del grupo Jufra, empezamos a visitar a las hermanas. Nos quedamos una tarde con ellas y me atrajo, su sencillez, alegría, amabilidad, un ambiente de paz que se respiraba. Me impactó la oración, puesto que nos invitaron a rezar vísperas con ellas. Y como dice en Juan 1,39: “fueron pues, vieron donde vivía y se quedaron con Él aquel día”. Esta fue la primera de las tantas veces que continúe visitándoles y afinando el llamado que el Señor me estaba haciendo. Las visitas a las hermanas las hacía sin que se diera cuenta mi padre. Pero llegó el momento que se lo debía decir, ya no había alternativa, y necesitaba su autorización. Ese fue uno de los pasos más difíciles, puesto que a pesar de ser muchos hermanos se opuso rotundamente a ello. Aun sin su autorización, con el apoyo de mi madre, empecé a tramitar mi ingreso a la Congregación. Después de 3 años de haber ingresado, mi padre aceptó mi decisión.
Muy interesante Hermana. ¿Qué ocurre después?
Estando en la Congregación continúe mis estudios y me gradué de Perito Contador. Después estudié profesorado en Teología y he hecho algunos cursos para formadoras. Cursé dos años de pedagogía educativa e inicié la carrera de administración de empresas, la cual tuve que interrumpir para obedecer a compromisos congregacionales.
En lo relativo a su misión, ¿Qué nos puede contar?
En el tiempo que llevo de consagración religiosa, he realizado mi misión: 21 años a nivel pastoral social y pastoral parroquial y 18 años con diferentes servicios a nivel congregacional. En mi primer destino, fui enviada a El Salvador, C.A., al departamento de Sonsonate, para realizar mi misión en un proyecto social llamado “AGAPE”, fundado por un fraile Franciscano de la Provincia de New York. Dicha obra contaba (hoy día se han multiplicado los proyectos) con hogar de ancianos, talleres de aprendizaje, centro nutricional, colegio de educación primaria, básica y diversificado. A la par de los proyectos de beneficencia, proyectos para sostenimiento de la obra. Mi misión consistía en atender el área administrativa y el área espiritual de los trabajadores y beneficiarios.
Mi segundo destino fue hacia el puerto de Trujillo (Honduras), allí realicé la misión pastoral catequética-evangelizadora en las escuelas, con los grupos de la parroquia, con la infancia misionera y con los garífunas, así como visitando las comunidades lejanas, como decía nuestro fundador “Yendo a los lugares donde el sacerdote por sus múltiples ocupaciones no puede ir”. Otro de los destinos fue hacia San Felipe Retalhuleu, Guatemala, en donde también atendí el campo pastoral parroquial acompañando a los diferentes grupos parroquiales y sobre todo coordinando las pequeñas comunidades misioneras. Una tercera experiencia en la línea de la misión pastoral fue en Jalpatagua, Guatemala, lugar en el que realicé mi misión acompañando a los jóvenes, a las pequeñas comunidades de un sector parroquial y dando formación en la escuela de catequistas y delegados de la Palabra.
Actualmente me encuentro desde hace cinco años, realizando mi misión en varios pueblos de los montes orientales. Junto a otras dos hermanas resido en un pueblo de Granada llamado Montejicar; es la primera comunidad fuera de Centroamérica. Atendemos varios pueblos: Montejicar, Guadahortuna, Torre Cardela, Piñar, Bogarre y Deifontes; con la animación litúrgica, visita y comunión a personas mayores y enfermos, acompañamiento a catequistas, catequesis para adultos, catequesis sacramental.
La misión que realizamos en nuestra congregación, responde a los deseos de nuestro fundador, Fray José Aurelio Fernández Pérez, OFM, nacido en Lebosende, Ourense; misionero que llegó desde España a Centroamérica, y que viendo la necesidad de la ayuda en la catequesis fundó, nuestra Congregación en el año 1945 en San Vicente, (El Salvador), iniciando con dos catequistas oriundas de ese lugar.
Y en estos días se encuentra en la ESEF realizando un curso.
Sí, ahora estoy en El Pardo desde el 10 de enero del presente año, realizando un curso en la Escuela Superior de Estudios Franciscanos (ESEF) de los Hermanos Franciscanos Capuchinos, curso que tendrá la duración de seis meses. El estar acá responde a mis deseos que desde hace muchos años tenía de profundizar en la vida de San Francisco y Santa Clara de Asís y por ende en mi vivencia como franciscana. Y en lo que va del curso considero que mis objetivos se están cumpliendo. Es una experiencia maravillosa, no solo por los conocimientos que se nos están transmitiendo, lo cual ha sido novedoso, por todos los hallazgos que los estudiosos han y siguen descubriendo acerca de San Francisco y Santa Clara, sino también por la riqueza espiritual, por el ambiente fraterno, sencillo y ameno que se vive en la comunidad de El Pardo, así como el compartir con hermanos y hermanas de diferentes culturas. Vale la pena adentrarse en este campo basto, pero maravilloso de Francisco y Clara.
Y ahora, ¿Qué decir de san Francisco y del franciscanismo?
Al Finalizar este curso de la ESEF, regreso a mi comunidad en Montejicar, Granada; para continuar la misión encomendada, hasta que el Señor disponga otro destino a través de mis superioras.
Así como el cristianismo hace referencia y tiene como pilar fundamental a Jesucristo, así el franciscanismo hace referencia y se sostiene en la experiencia singular de Francisco de Asís (1181/82-1226), quien siguiendo un camino de conversión quiso vivir como se lo dictó el Señor “según la forma del Santo Evangelio de nuestro Señor Jesucristo”.
Francisco quiso ser pobre porque Cristo lo fue, quiso mendigar y predicar porque Cristo lo hizo. Todo su referente era Jesucristo y en él se reflejaba como en un espejo.
La época en la que vivió Francisco fue una época difícil en el contexto social, político y religioso, Sin embargo, Francisco no responde nunca de la misma manera, no critica a nadie, no condena nada. Simplemente vive de otro modo, actúa de otro modo. Su búsqueda de la pobreza en particular, por lo que es más conocido generalmente, no era nada nuevo en esa época. Casi un siglo antes que él, el movimiento de pobreza había captado tanto a numerosos fieles de Roma, como a Bernardo de Claraval y muchos otros; así también los herejes: albigenses, valdenses, cataros, que la vivían de forma radical, pero en contra de la posición de la Iglesia. Tanto así que, en muchas ocasiones a Francisco y a sus frailes por su forma de vestir y mendigar, los confundían con los herejes.
Hoy podemos decir que el proyecto franciscano no es para la Iglesia, ni para los frailes o monjas; el proyecto franciscano es para el mundo y para los laicos. El franciscanismo es un modo de entender la vida, el evangelio, Dios, las relaciones, el trabajo, el amor, la vida, la muerte y como tal es una propuesta abierta y universal. De hecho, en aquel tiempo resultó tan atrayente y tan oportuno la forma de vida de Francisco y sus primeros compañeros, que en seguida muchos hombres y mujeres le quisieron seguir e imitar. La primera mujer en seguirle, como bien sabemos, fue Clara, que a ejemplo de Francisco, inicio su seguimiento a Cristo, pero mediante la vida contemplativa.
El franciscanismo es tan actual que incluso el Papa Francisco ha querido retomar algunas características en sus dos encíclicas: Laudato sí, que nos habla del cuidado de la casa común y en Fratelli Tutti, que habla de la relación entre hermanos, de ese reconocimiento de que todos somos hermanos.
Prácticamente es un llamado universal a vivir en armonía con nosotros y con el mundo entero. Todos somos franciscanos cuando promovemos la paz, la armonía, el cuidado por la naturaleza. Y hoy particularmente en un mundo que reina el egoísmo, el individualismo, la violencia, las ambiciones, que llevan a muchos pueblos a la guerra como es el caso de Rusia e Ucrania. En este contexto actual, estamos llamados a permitir que el Señor vaya configurándonos para trasformar nuestros corazones egoístas y violentos y para convertirnos en pregoneros de la paz y el bien en los ambientes en donde nos desenvolvemos: en la familia, en el trabajo, con los vecinos, en el colegio. Abrazar la naturaleza entera y vivir en armonía, cuidando nuestra casa común. Ser todos hermanos.
Gracias Hermana...