Jesús Romero. Comunidad de Sant'Egidio

Jesús Romero. Comunidad de Sant'Egidio
Jesús, ¿Puedes hacernos un resumen sobre tu actividad?
Por contar un poco mi historia, conocí la Comunidad de Sant’Egidio siendo estudiante universitario cuando empecé junto con unos amigos la Escuela de la Paz en el barrio de Pan Bendito en 1988. Tras concluir mis estudios obtuve una beca para realizar un Máster en Lingüística Aplicada en la Universidad de Edimburgo y posteriormente realicé mi doctorado en la Universidad Complutense de Madrid. En la actualidad soy Catedrático de Lingüística Inglesa en la Universidad Autónoma de Madrid. A lo largo de estos más de 30 años siempre he vivido mis estudios y carrera académica en unión con mi amistad con los pobres y vida fraterna en Sant’Egidio.
 
¿En qué consiste la actividad que realiza la actividad que se realiza en la comunidad de Sant’Egidio?
Sant’Egidio es una familia de comunidades extendida por todo el mundo. La primera obra de todas las comunidades de Sant’Egidio es la oración. Somos una comunidad que reza. Allí donde nos encontramos hay una experiencia de encuentro en torno a Jesús, reunidos en torno a la palabra de Dios, nuestra única fuerza. 
 
De la oración nace el resto de los servicios de la comunidad que se concretan en la solidaridad gratuita a los pobres, manifestada en la amistad y la solidaridad con los ancianos, las personas sin hogar, los niños y niñas de la periferias que crecen entre la violencia y la falta de oportunidades y a los que les ofrecemos nuestras Escuelas de la Paz como un espacio de protección. También en la acogida a los refugiados y a los migrantes basado en el acompañamiento y la integración a través de la relación personal y de nuestras escuelas de lengua y cultura. Es significativo también el compromiso de la comunidad con los enfermos de SIDA en África a través del programa Dream y por la abolición de la pena de muerte en el mundo.
 
Otra preocupación de nuestra comunidad en todos los lugares donde estamos presentes es el trabajo y la oración por la paz, así como la comunicación del Evangelio. Estamos convencidos que cuando el Evangelio se comunica en las ciudades y crece en el corazón de los hombres y de las mujeres, estamos haciendo crecer la humanidad y la solidaridad con los más débiles, construyendo una cultura hecha de encuentro, de simpatía, de amistad y haciendo crecer la paz. En este sentido, la comunidad de Sant’Egidio es hija del Concilio Vaticano II que afirmó en la Constitución Gaudes et Spes: “Los gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias de los hombres de nuestro tiempo, sobre todo de los pobres y de cuantos sufren, son a la vez gozos y esperanzas, tristezas y angustias de los discípulos de Cristo”
 
¿Qué es lo que no se ve en los medios de comunicación y se vive a diario en tu Comunidad?
Hay aspectos de la comunidad que han tenido una repercusión mediática por sus significatividad. Esto ha ocurrido con los corredores humanitarios, a través de los cuales han llegado a Europa de forma segura más de 3.000 refugiados procedentes de campos del Líbano y Etiopía. También las mediaciones en los conflictos internacionales han tenido una gran repercusión como en el caso de Mozambique. Estos dos hechos nos hacen pensar en la fuerza débil del Evangelio que nos pide dar una respuesta ante los grandes dramas de nuestro mundo y a no quedarnos encerrados en nuestro pequeño mundo y en nuestro sentimiento de irrelevancia. El discípulo del Señor está llamado a medirse con los grandes problemas y desafíos de nuestro mundo.
 
La vida de la comunidad encierra una cotidianidad que se expresa en la amistad con los pobres, con los descartados. Así es por ejemplo en los servicios con las personas sin hogar a los que nadie cuida, en la cercanía a los ancianos que viven solos y abandonados, en el acompañamiento a la infancia ya la juventud de las periferias marcadas por la violencias y la falta de oportunidades. La vida de los miembros de la comunidad está marcada por la amistad con los pobres y por el servicio cotidiano a sus necesidades.
 
Otro aspecto que no quisiera pasar por alto por la importancia que tiene para nosotros es el de la espiritualidad. El encuentro con el pobre tiene implicaciones profundas que son reflejo del Evangelio. Los pobres no son usuarios, ni beneficiarios, de la comunidad. Tienen una enorme importancia en nuestra vida porque son los vicarios de Jesús entre nosotros. Estamos convencidos que la solidaridad y la espiritualidad tienen una profunda conexión. Esa es nuestra experiencia.
 
¿Cómo son las personas que llegan a Sant’Egidio?
La definición que más nos gusta de la comunidad es la de familia. La experiencia de muchas de las personas con las que la comunidad se encuentra es la de la soledad y el aislamiento. Por eso nuestra propuesta no es nunca burocrática. Debe ser una respuesta humana que haga sentir al otro parte de una familia, acogido y querido. La experiencia de la soledad marca la vida de tantos ancianos que llegan al final de la existencia en la más absoluta precariedad económica y afectiva, sin que nadie los acompañe y los quiera. Es la experiencia de las personas sin hogar a las que nadie mira por la calle y cuya presencia evitan y rechazan.  Es el sentimiento de los migrantes y refugiados que han dejado su país dejando atrás la guerra y la pobreza y que tienen que enfrentarse a una sociedad que no les da muchas oportunidades de reconstruir su vida.  O la de tantos niños que crecen solos en la escuela de la calle sin que nadie les acompañe y les guíe. También, la soledad de las familias que viven la angustia de no poder llegar a fin de mes y de la falta de recursos básicos. Son muchas las necesidades que nos encontramos en el día a día y que nos piden una respuesta humana.
 
Pero a la comunidad también se acercan personas en busca de un sentido para la vida, personas que buscan un horizonte de amor para su existencia. A todos, la comunidad nos sugiere un itinerario sencillo pero profundo: escuchar el evangelio, vivir la amistad con los pobres y dejar que ellos nos ayuden a cambiar nuestra vida. Salir de nosotros mismos y de la autorreferencialidad y vivir para los demás. En este estilo de vida descubrimos amistad, cariño, un sentido para la existencia y nos encontramos con el rostro del Señor. Es una propuesta de vida que también hacemos a muchos jóvenes que forman parte de nuestro movimiento de Jóvenes por la paz.
 
¿Qué tipo de apoyo les facilitáis?
El primer apoyo siempre es el humano. Es importante para nosotros el propiciar y hacer crecer el sentimiento de familia, especialmente con aquellos a los que nadie quiere o se sienten excluidos de la sociedad y solos. 
 
A partir de esta amistad concreta se realizan distintos servicios como la distribución de comida a las personas sin hogar, con una atención personal según su situación de vulnerabilidad, el servicio de la duchas y de ropero, el reparto de alimentos a familias con necesidad, las escuelas de la Paz para niños y jóvenes de la periferia, las escuelas de idioma y cultura para migrantes y refugiados, la amistad con los ancianos que en muchas de nuestras comunidades se concreta en casas hogar y en acompañamiento para que puedan seguir viviendo en sus hogares. Todos estos servicios son vividos en clave de amistad personal. Desde esta amistad y preocupación personal se buscan soluciones a las distintas situaciones que nos encontramos y que en cada persona son únicas. Para la comunidad, los pobres son parte de nuestra familia y debemos cuidarnos de ellos igual que lo hacemos con un pariente cercano.
 
¿Qué significa Sant’Egidio en la paz?
Sant’Egidio descubrió hace muchos años que una comunidad cristiana tiene una fuerza propia de paz. El trabajo por la paz tiene una motivación evangélica: en las bienaventuranzas: Jesús elogia a los que trabajan por la paz. 
 
También conocimos de cerca la guerra que es la madre de todas las pobrezas. Eso nos puso en camino para abrir caminos de paz en nuestro mundo. Así nos lo propone Jesús. Así lo vivió San Francisco de Asís, cuya vida ha inspirado tanto a la comunidad. Esto se concreta en la mediación en conflictos internacionales en los que la comunidad ha sido y es un sujeto que busca la paz y el diálogo entre los que están enfrentados (Mozambique, Argelia, Guatemala, Rep. Centroafricana, Siria…), en la creación de un tejido de unidad y convivencia en nuestras ciudades, particularmente en la integración de los más pobres y vulnerables y en la acogida de los que huyen de la guerra y la violencia.
 
La comunidad ha tomado el testigo de la gran iniciativa de San Juan Pablo II en el año 1986 en Asís, cuando reunió a los líderes de las grandes religiones a rezar y expresar su compromiso con la paz. Desde entonces cada año organiza los Encuentros de Oración y diálogo por la Paz en el Espíritu de Asís, que reúnen a miles de personas de distintas religiones y procedencias para construir puentes y abatir los muros de la división. Este año 2019 el encuentro se celebrará en la ciudad de Madrid en el mes de septiembre. Es el 80 aniversario del inicio de la segunda Guerra Mundial y un momento en el que se levantan muros que nos separan los unos de los otros.
 
La comunidad no deja de rezar por la Paz. Cada mes, allí donde estamos presentes, se reza por todos los países que viven en la guerra y en la violencia y expresa el compromiso del corazón de no olvidar, de no quedarnos indiferentes ante tanto dolor.
 
¿Están preparadas nuestras sociedades para comprender al hermano que recibes y su realidad?
Vivimos tiempos difíciles. Muchos muros se levantan y crece el miedo ante el que es distinto y viene de otro país, a pesar de su historia de sufrimiento. También, como ha dicho el papa Francisco, vivimos en la globalización de la indiferencia que nos hace sentirnos lejos del dolor de los pobres, de los hambrientos, de los que mueren en Mediterráneo. Hoy somos testigos de expresiones duras contra los pobres (aporofobia) a los que se intenta expulsar a sitios no visibles de la ciudad y cuya presencia resulta incómoda.
 
Debemos ser capaces de tejer amistad y de propiciar la cultura del encuentro. Sant’Egidio trabaja para eliminar barreras, para proporcionar espejos en los que podamos reconocernos en nuestra humanidad. La acogida del otro es bella, nos hace crecer en nuestra experiencia humana, nos ayuda a caminar hacia adelante frente al miedo que nos paraliza y nos deja siempre siendo los mismos. Es posible unir a gente diferente, vivir juntos, construir un futuro común. Este es nuestro sueño. Lo expresamos el día de Navidad cuando hacemos una gran comida donde se reúnen ancianos, refugiados, niños de las escuelas, jóvenes y adultos de la comunidad, personas que vienen a ayudar, gente de nacionalidades y religiones diversas. Todos sentados a la mesa, reconociéndonos como hermanos que comparten un destino común. El papa Francisco lo expresó bien cuando visitó nuestra comunidad en el año 2014. “Espero que entre ustedes suceda lo mismo que cuando dos se abrazan: quien ayuda se confunde con quien es ayudado. ¿Quién es el protagonista? Los dos, o, mejor dicho, el abrazo”. Creemos en la cultura del encuentro y de la ternura. Creemos en la cultura del abrazo.
 
¿Qué mensaje final darías a nuestros lectores?
Yo animaría a todos los lectores a participar en el Encuentro por la Paz de septiembre de 2019 -la información está en la web https://paz2019.org, y de un modo especial a los jóvenes (entre 15-25 años) a participar en el Fórum Joven en el que habrá un testimonio de esperanza y de sueños de un mundo mejor para todos. Por dar un ejemplo, el año pasado intervino la hija de Martin Luther King en el 50 aniversario de su muerte. 
 
Por ello, invito a todos a unirse a este gran movimiento por la paz que hunde sus raíces en Asís y en la gran figura de Francisco, padre y amigo de los pobres.
 
Gracias Jesús
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