SERCADE nos invita a reflexionar: Sin techo, sin hogar, sin lugar.
Sin techo, sin hogar, sin un lugar donde vivir, donde poder realizar las necesidades básicas personales, desde donde poder relacionarse con los demás. Sin un lugar seguro, cómodo, estable, cálido donde dormir, donde comer, donde dejar las pocas cosas que se tienen.
Esta es la realidad de muchas personas que están en nuestras ciudades, cerca de nosotros, y tal vez sin saber quiénes son. No están lejos de nosotros, ni nosotros estamos tan lejos de ellos.
El Informe FOESSA 2014, recientemente publicado, que señala el acceso a la vivienda como un elemento fundamental de emancipación, estabilidad e integración social, estima en alrededor de 3.000 el número de personas que en el País Vasco se encuentran sin techo y sin vivienda.
En un enfoque habitual se suele describir que lo que determina el llegar a ser una persona sin hogar son los llamados “sucesos vitales estresantes” considerando como tales “momentos duros y traumáticos en la vida de una persona y que se consideran importantes en el desarrollo del individuo (malos tratos en la infancia, muerte de la madre, separación o divorcio, soledad o abandono, adicciones, pérdida de la vivienda, desempleo, suicidio).
Toda persona pasa por momentos traumáticos en su vida por los que puede acabar en situación de sinhogarismo si se produce la concurrencia de varias de estas situaciones.
La crisis económica en la que estamos inmersos ha demostrado lo acertado de este triste aviso, y hemos visto como de las miles de personas que han perdido su empleo, aquellos en los que se ha dado alguna circunstancia adversa adicional, como una separación familiar, han aumentado mucho su vulnerabilidad.
Otro motivo muy diferente y muy frecuente es el de las personas que proceden de la inmigración y que no han conseguido insertarse en la sociedad destino.
También en este colectivo la crisis económica ha tenido su incidencia, aunque el efecto ha sido más bien en sentido contrario. La corriente de migraciones se ha visto reducido por la crisis económica ya que pese a interpretaciones erróneas y muchas veces malintencionadas sobre las personas que acuden a Europa desde países económicamente mucho más pobres, la realidad demuestra que las personas que emigran lo hacen con la esperanza y la intención cierta de mejorar su nivel de vida allá donde creen poder encontrar las condiciones de trabajo y remuneración que se lo permita. Nadie emprende una aventura tan dramática con el horizonte de obtener ayudas sociales de emergencia. Por ello al disminuir las expectativas de trabajo ha disminuido también el número de personas que llegan.
Todo este universo de personas tan diversas, tiene sin embargo ciertos factores en común, muchos de ellos pueden estar en el origen de su situación pero también han podido ser adquiridos a través de largas permanencias en calle. Los consumos de alcohol y drogas y la cada vez más frecuente aparición de problemas de salud mental son algunos de ellos.
Y frente a esta realidad, ¿qué hacer?
BIZITEGI lleva más de 30 años trabajando a favor de las personas en exclusión social de Bizkaia y dentro de ellas ha dedicado un especial esfuerzo por las personas sin techo, que suelen ser aquellas que presentan una situación más difícil.
El trabajo con las personas sin techo se comenzó desde los equipos de intervención en calle, como la mejor forma de acceder a las personas de poder entablar un contacto y poder ofrecer los recursos que tengan a su disposición de alojamientos, comedores etc.
Esta intervención en calle en Bilbao se vio reforzada, posteriormente, con la colaboración del departamento de sanidad y el equipo de psiquiatría de calle que ha permitido atender directamente a personas con trastornos mentales en fases no críticas y con ello poder mejorar y reducir los daños a los que están expuestas.
Hoy en día la suma de iniciativas públicas y privadas ha permitido crear una red de dispositivos que dan cobertura a la comida y al alojamiento nocturno básicamente de un buen número de personas.
Pero creemos que aún queda camino por recorrer y por eso desde BIZITEGI apostamos por desarrollar nuevas maneras de intervención que permitan ir avanzando de la cobertura de las necesidades básicas al planteamiento de procesos de inserción social.
Para ello es preciso disponer de centros de atención diurna que traten de mejorar la situación personal ofreciendo alternativas a su estancia en calle. El centro ONARTU, único dispositivo de día en Bilbao que abre todos los días del año, es el proyecto sobre el que pivota nuestra intervención más allá de los equipos de calle y la gestión de los albergues de titularidad municipal. Estamos planteando la necesidad de reforzar los acompañamientos a las personas sin techo para que puedan acceder a unos recursos sociales que cada vez más llevan aparejada la necesidad de tramitaciones administrativas.
Nuestro trabajo con este colectivo se enfoca desde una metodología de baja exigencia y con un criterio de acceso universal.
La baja exigencia, que implica la no exigencia del abandono de consumos de alcohol y drogas de manera previa al acceso a recursos, es fundamental para poder trabajar con estas personas para que puedan dar los primeros pasos hacia la integración o para simplemente conseguir una mejora de su situación de salud.
Esta baja exigencia siempre es problemática ya que a la vez que amplía las posibilidades del trabajo también lo hace con las posibilidades de conflictos pero entendemos que es inevitable. Por supuesto siempre han de existir unas normas mínimas de convivencia exigibles a todas las personas que participan de los dispositivos.
La universalidad que presupone el trabajo con todas las personas independientemente de su situación administrativa, choca con los esquemas de actuación de los servicios sociales públicos pero también es imprescindible para atender a colectivos importantes.
Por último, señalar que todo este trabajo de atención y de cuidado a las personas que es importante en sí mismo, lo es más aún cuando permite que personas puedan emprender procesos que les permitan la integración social. El año pasado 128 personas consiguieron dejar los alojamientos nocturnos para pasar a situaciones normalizadas de vida.