Acompañar en el sentimiento
Llegamos a noviembre. Para los romanos era el noveno mes del año, de ahí su nombre. Con los cambios que sufrió el calendario ha quedado en el penúltimo puesto del año. “Glorioso mes…” que empieza con la celebración de Todos los Santos y con el recuerdo de los difuntos, la visita al cementerio, el comienzo del frío… Es el mes de días cortos.
Al pensar sobre él me ha venido a la cabeza el lugar que tiene en estos días el recuerdo, la nostalgia y la oración por los difuntos. Ante la muerte de alguien cercano experimentamos distintos gestos de cercanía y solidaridad. Es un momento difícil, por mucho que lo esperemos o nos lo vayamos tragando.
Quien se acerca a nosotros suele expresar su apoyo con un beso, con el silencio, un abrazo o una frase: “lo siento”, “mi más sentido pésame” o “te acompaño en el sentimiento”. Tal vez pensemos que éstas son frases hechas, puro formalismo, al que recurrimos para salir de esa situación. Sin embargo, a través de ellas expresamos lo importante que es la necesidad de manifestar el apoyo desde la comprensión emocional de la situación que se está viviendo.
A mí me gusta esa expresión de “te acompaño en el sentimiento”. Acompañar es compartir, estar junto a la otra persona, empatizar, acercarse y dolerse con su dolor.
Recurriendo al diccionario etimológico, esa palabra tiene un significado especial: “acción de comer un mismo pan”. Eso es acompañar.
“Acompañar en el sentimiento” no es únicamente una frase para salir al paso de esas situaciones, en las que la muerte se hace presente en medio de nosotros.
Expresa también la preocupación y el dolor real por los amigos y amigas que están lejos. Es dejarte afectar por tantas tragedias que suceden en nuestro mundo: ante la noticia de un atentado, de un terremoto, ante el desastre de un huracán… Es ser sensible ante lo que sucede cerca y lejos de nosotros.
En principio, acompañar no significa sentir lo mismo, sino “sentir junto a”. Ayudar a quien está en un pozo no es meterse en ese pozo. Acompañar en el sentimiento es, justamente, una manera de darle importancia a lo que está sintiendo y viviendo la otra persona. De hecho, muchas veces experimentamos que es precisamente el acompañar y el ser acompañado lo que permite a una persona salir del dolor, para seguir sintiéndose persona, por encima de todas las circunstancias a las que tiene que hacer frente.
Benjamín Echeverría
Ministro Provincial de Capuchinos de España