El Museo Arqueológico y Centro Cultural de Orellana pretende documentar la herencia de tribus ecuatorianas
Una fotografía del sueco Rolf Blomberg, que exploró Ecuador entre los años treinta y setenta, documenta parte de la historia de la Amazonia ecuatoriana. La imagen en blanco y negro, tomada en 1963, muestra un pescador de las riberas del río Napo sosteniendo una enorme vasija con forma de mujer. La fotografía y la vasija de barro —que era una urna funeraria— están expuestas en el Museo Arqueológico y Centro Cultural de Orellana (Macco) que abrió el pasado abril y que se propone documentar la historia amazónica y romper el mito de que esa tierra era baldía como han afirmado hacendados, caucheros y petroleros que se han turnado en la ocupación del territorio.
Los impulsores de los hallazgos y del museo —situado, al este del país, en la ciudad de Francisco de Orellana, llamada así en honor al explorador español y también conocida como Coca — han sido los misioneros capuchinos que, desde su llegada a Ecuador en 1953, se mostraron interesados en recuperar los restos arqueológicos de los pueblos amazónicos, que sucumbieron a la presión de los colonizadores españoles que buscaban el país de la canela en el siglo XVI y que siglos más tarde volvieron para someterlos a sus tributos.
Los capuchinos conocieron al pescador retratado por Blomberg un día que fue a pedir ayuda a la enfermería de estos en Nuevo Rocafuerte (en la frontera con Perú) porque tenía incrustado un anzuelo en una oreja. El misionero que le curó le convenció para que entregara la vasija que guardaba en su casa y que había lavado para evitar los maleficios. Con trueques similares, para evitar que las piezas se pierdan, han recuperado las 400 piezas de la colección arqueológica del Macco. El capuchino José Miguel Goldáraz lamenta que muchas urnas funerarias hayan perdido las figuras que las decoraban y su contenido. “La gente creía que era mala suerte hallar una urna y las lavaba hasta borrar las inscripciones que tenían para alejar a los malos espíritus, al ‘supay’”, explica.
Álvaro Gundin, historiador y jefe de patrimonio en el Macco, afirma que no se hacen estudios serios sobre los hallazgos en la Amazonia de Ecuador y que tampoco se incluyen en los temarios de arqueología precolombina. Las excavaciones que hizo el matrimonio estadounidense Evans-Meggers en las riberas del Napo, en 1956, son una parte de la historia ecuatoriana. La pareja situó los restos de cerámica halladas entre el 1100 y el 1500 y los denominó Fase Napo. Lamentablemente las piezas terminaron en manos privadas fuera de Ecuador.
Los cronistas de Indias, que acompañaron a los exploradores españoles, aportan otra parte del rompecabezas. Uno de ellos, Fray Gaspar de Carvajal, que acompañó a Francisco de Orellana, habla del encuentro con algunas tribus en el Amazonas. Una de ellas, los omaguas, tenían una “loza” que, por su descripción, se puede concluir que es la misma hallada en territorio ecuatoriano. Los omaguas eran un pueblo de origen tupi-guaraní (una familia lingüística de la Amazonia central, que va del Paraguay hasta el Perú). “No sabemos bien por qué en torno al año 1000 remontan el río Napo y se convierten en la cultura dominante”, afirma el historiador Gundin.
Museo-laboratorio
Pero no toda la cerámica que ha aparecido en las riberas de los afluentes del Amazonas y que está en el Macco encaja totalmente en la filiación cultural Fase Napo. Por eso, Milagros Aguirre, directora de contenido y divulgación del museo, asegura que “todo esto está en el aire, todo está por hacer”. El Instituto Nacional de Patrimonio tiene algunos estudios, pero no son públicos. El aporte de este organismo hasta ahora ha sido solamente el préstamo de 10 objetos al Macco.
La aspiración de los capuchinos es que el museo llegue a convertirse en un laboratorio donde se estudien las piezas halladas. De hecho, el antecedente del Macco fue un pequeño centro de investigación que los misioneros establecieron en Pompeya (una pequeña población del Napo), que empezó por el estudio de la lengua kichwa y la mitología y tradiciones de los actuales habitantes de la selva ecuatoriana: los waorani y los indígenas en aislamiento voluntario, que resisten el avance de las petroleras.