El abrazo de una voluntaria que parecía eterno, la sensación de fracaso colectivo cuando sabemos de la marcha a Francia de alguno de los jóvenes, el sentimiento de que algunos puntos de la intervención funcionan cuando los antiguos usuarios dan talleres a los nuevos, la profunda rabia al ver que ninguno de ellos cumple ningún criterio para ser acogido, para ser tratado, para siquiera ser contemplado en esta nuestra sociedad del bienestar… De momento son solamente intuiciones. Sensaciones que van componiendo el aprendizaje de una realidad compleja, la de la inmigración, pero que ya nos arrojan las primeras certezas.
El Programme Afrique es una inmersión a la realidad de los migrantes de origen subsahariano en Madrid. Acogimos el proyecto, que previamente gestionó Cáritas durante un año, hace ya dos meses. La fraternidad de Medinaceli abrió sus puertas para acoger un lugar de encuentro para quienes vienen de tan lejos.
En estos dos meses han pasado más de 100 jóvenes a los que se les ha ofrecido un lugar digno donde pasar la tarde, un espacio en el que relacionarse, orientaciones para acceder a los recursos de la red de acogida, talleres y formación para mejorar su perfil y favorecer el arraigo y sobretodo un grupo de técnicos y voluntarios que les acompañan: empadronamiento, obtención de documentación para la regularización, apoyo formativo, etc... son algunas de las necesidades básicas que ayudamos a solventar.
Acogimos el proyecto con dos deseos:
1 Convertirnos solamente en un eslabón más dentro de la red de acogida, cubrir huecos, apoyar el trabajo de otras entidades, trabajar en red;
2 Y construir un espacio en el que el acompañamiento y la convivencia se conviertan en la principal herramienta de intervención.
Por eso ya estamos explorando nuevas líneas: apoyar proyectos de vivienda compartida, buscar espacios de ocio, deporte y tiempo libre que acojan desde la integración más normalizada a los jóvenes del centro, de alguna manera, restar valor a las etiquetas que tanto promulgamos en la sociedad moderna para mirarnos a los ojos y detenernos en la persona. En estos dos meses ya hemos aprendido varias cosas:
En primer lugar que la inmigración no va de perfiles, va de personas con motivaciones y necesidades muy diversas y con una psicología que también viaja desde el deseo a arraigarse en Europa hasta la profunda añoranza de las raíces, desde la búsqueda del materialismo más concreto hasta la práctica del ecumenismo más complejo.
Nos resulta verdaderamente complicado establecer grupos de necesidades y por ello tratamos de ponernos normas que semana tras semana nos saltamos cuando repasamos la realidad de cada uno.
En segundo lugar que lo dramático de la inmigración no es solamente el viaje que deben realizar desde sus casas: escaparse inmersos en la mentira, y permanecer en las peores condiciones planificando el salto a Europa, jugarse el tipo cruzando mares o saltando alambradas… como dice Carmen, la coordinadora del programa, eso está en el guión.
Lo dramático es que todo eso se desmorone al llegar, es que al pisar Europa les insertemos en un circuito de pobreza y marginación, es que les ofrezcamos la nada, permanecer como mendigos durante años para luego, cuando ya estén regularizados, ser menos que el último perro. Eso en cambio no estaba en el guión.
Y en tercer lugar, que debemos dar respuestas desde varias dimensiones.
Hay responsabilidades que recaen en los mandatarios (el modelo de seguridad bajo el que queremos gestionar las fronteras, la cantidad y orientación de los recursos para la acogida, la idoneidad de los CIEs y la opacidad que los envuelve, etc.), pero hay otras que tienen que ver con la mirada de cada uno, con cuestionarnos la manera de expresarnos ante el que sufre, con la implicación que nos arrojamos ante la demanda de refugio del visitante. El Programme Afrique habla más bien de estas respuestas menores, de las que se ponen en cuestión en fraternidad, en el contacto con el otro. Y de momento, como ya hemos dicho, esas sensaciones, esas intuiciones, se van convirtiendo en certezas… como esa de que “ningún ser humano es ilegal”.
Hay fenómenos que son evidentemente complejos, la inmigración es uno de ellos. Pero quizá podamos hacer dos ejercicios que simplifiquen nuestra postura:
El primero es no ceder y seguir fieles a las utopías, aunque sean irreales, aunque generen anhelos imposibles. Las utopías no son más que la zanahoria ante el burro, pero por la zanahoria el burro avanza. Y en SERCADE queremos ser fieles a la utopía de caminar hacia fraternidades universales en las que las etiquetas carezcan de sentido.
El segundo es abordar el fenómeno no desde lo político ni desde lo legal… sino desde lo puramente espiritual y humano, desde la ética que nos dicta que lo verdaderamente esencial es el amor. Si practicamos ese amor al prójimo, ahí no hay duda, “ningún ser humano puede ser ilegal”.
Xabier Parra
(SERvicio CApuchino para el DEsarrollo)
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