Cerca, lejos...
Con frecuencia, personas que se plantean ayudar o cooperar con otros se suelen preguntar: ¿tenemos que ayudar en misiones lejanas, o mirar y actuar mejor a nuestro alrededor, donde hay tanta necesidad?
Pienso que es una pregunta ociosa. Pues lo importante para nuestra tarea no es elegir una geografía, sino comenzar por viajar fuera de uno mismo. Esa es la salida más difícil y decisiva. Todo lo demás vendrá luego por añadidura.
Estamos de viaje. Compartimos un tren común. La vida es solo este viaje. Si esto es así, mejor conocernos, aceptarnos y tratar de corregir los abusos que se den en el convoy. Mejor tener la fiesta en paz. Intentar que todos tengan lo bastante para el viaje; repartir no solo lo sobrante, sino lo necesario. Es más hermoso disfrutarlo así. Y será más fácil que el viaje transcurra tranquilo. Desentenderme de lo que pasa, no es una buena opción, porque las tensiones que ocurran por las injusticias o carencias en cualquiera parte del convoy me alcanzarán. Ahora bien, ¿mejor ayudar en el primero o en el último vagón? Donde parezca mejor, donde lo creamos más urgente. En todas partes la fraternidad, si está bien calculada, cumple parecida misión.
Las formas de cooperar o solidarizarse, como cualquiera otra experiencia personal, estarán ajustadas a cada quien. Seguramente irán evolucionando según sea su comprensión del mundo. Las personas pasamos por diversas fases; en ese camino aprendemos. La experiencia, si somos capaces de reflexionar y asimilarla bien, nos educa. A veces se percibe más urgente la necesidad de mirar atentamente y ayudar en el entorno más próximo, porque sus voces resuenan con enorme fuerza y urgencia. Otras veces notaremos la conveniencia de combinar las miradas: a las cercanías de cada uno, pero también más allá. Porque la única manera de tener perspectiva del auténtico tamaño de las necesidades de unos y otros es mirar lejos. Esa mirada ordena las cosas.
Seguramente resulta muy provechoso alternar las dos miradas. No ser tan miopes que solo percibamos lo de más cerca. Dicen los doctores que una persona con miopía tiene dificultades para enfocar bien los objetos lejanos, lo que provoca déficit de agudeza visual y puede conducir también a dolores de cabeza, incomodidad visual, irritación del ojo. Deben tener razón, porque hay personas a las que irrita que se presente cualquier necesidad de otros países. No sé si les producen dolores de cabeza o estrabismo, pero, desde luego, se incomodan.
Sin embargo, como decía arriba, para tener una perspectiva adecuada, hay que mirar más allí de nuestras narices. El interés por encima de las pequeñas fronteras municipales nos da otra perspectiva más exacta de nuestros mismos problemas. Ya sabemos que todo lo que acercamos mucho a los ojos tiende a desenfocarnos. Para no ahogarse en un vaso de agua, para comparar nuestras necesidades con otras ajenas de tan diferente dimensiones o gravedad, nos viene bien observar por encima de la tapia de nuestro patio vecinal.
No obstante, como decía más arriba, la primera y decisiva tapia que debemos saltar es la de nuestro pequeño y encastillado yo. Más allí están los otros. Ésos que realmente participan en mi viaje. Compartir mi vida con uno u otro vagón, ya será cosa de mi criterio o del progresivo aprendizaje.
Miguel Ángel Cabodevilla. OFMCap.