Internarse en la selva. El legado de los omaguas
En el MACCO se guarda un tesoro. Para ello se ha hecho un cubo –cofre- de tres plantas, forrado en madera. Allí, el jefe Encabellado –así llamaban a los Omaguas- recibe al visitante que entra al MACCO. Una acuarela de José Enrique Guerrero lo representa. Con su corona de plumas y su atuendo da la bienvenida. En la primera sala el visitante se asombrará con la epopeya de la adaptación del ser humano en la selva, la transformación de los suelos, la diversidad de pueblos, culturas y lenguas que se hablaron en la Amazonía y sus mecanismos de supervivencia.
Encontrará cómo la tierra ha guardado en sus entrañas las pruebas de esa intervención humana, en vasijas que han aparecido enterradas, en las orillas de los ríos, y las pocas exploraciones en las que se han encontrado grandes hallazgos (Evans-Meggers, p. Pedro Porras, los misioneros capuchinos) y que son parte del legado de los antepasados amazónicos.
El recorrido sigue con la distinción entre los pueblos de selva adentro y los pueblos que habitaron junto a las riberas de los ríos y luego como el barro, el agua y el fuego, transforman la vida de la selva y se crean los utensilios que, además de los puramente utlilitarios que fueron parte de la sedentarización de los pueblos, fueron también rituales y ornamentales. La cerámica pasó a ser objeto suntuario e incluso, de distinción. La cerámica adquirió valores simbólicos religiosos, representaciones del universo y vestigio de la cosmovisión indígena.
Los enterramientos en urnas funerarias bellamente pintadas, los dibujos de los sellos o pintaderas con las que los indígenas se pintaban el cuerpo a manera de vestido, los platos finamente decorados que sorprendieron a los españoles a su llegada al nuevo mundo según los relatos de antiguos cronistas, son parte de la nutrida exposición.
En la muestra se cuenta de la gente “pulida”, “aunque hubo diferentes grupos que se sucedieron en el dominio de ríos como el Napo o Aguarico, tanto las primitivas relaciones de la Conquista como algunas urnas antropomorfas datadas hacia el año 1.100 y posteriores, nos hablan de gente con un alto grado de estética”, reza uno de los carteles de la exposición, que introduce al mundo de los Omaguas, conocidos también como los piratas del río Napo o como los Encabellados, aquellos indígenas que honraban a la luna y que achataban su cara para parecerse a ella.
La muestra cuenta del esplendor y del final de los Omaguas. Al vivir en las riberas de los grandes ríos, los únicos lugares que durante tiempo visitaron los conquistadores, recibieron sobre sí el impacto inicial de sus enfermedades. Su final llegó y hay urnas que probarían su ocaso.
El recorrido resultará asombroso para el visitante. En él participará del descubrimiento de un tesoro que posee la amazonía ecuatoriana y que sigue revelándose, día a día, pues numerosos son también los hallazgos recientes.
Entrar al MACCO es otra forma de internarse en la selva.
Para el recorrido de esta muestra permanente del MACCO se ha requerido de un trabajo intenso en el que han interactuado arquitectos y museógrafos, constructores y técnicos que han hecho vitrinas, bases, pedestales, además de la gráfica. En ello han trabajado Miguel Angel Cabodevilla y Juan Hermoso, desde España, y en Quito y Coca, Iván Cruz, Micaela Ponce, Alejandro Alvear, Pablo Moreira, Natalia Corral. Una larga lista de nombres que muestran que es mejor sumar, que dividir.
Milagros Aguirre
Ecuador