Juan Bautista Porcar nació en Castellón en 1889 y murió allí mismo en 1974. Estudió con una beca Bellas Artes en Valencia y Barcelona. Instalado en Castellón Porcar fomentó las artes en la ciudad, llegando a ser muy apreciado. Fue mucho más pintor que escultor. Destacó también como arqueólogo, calcando a la perfección y dando a conocer las pinturas rupestres del levante español, lo que le valió la estima de los mejores arqueólogos europeos.
¿Cómo surgió la imagen de san Antonio? Muchos de los detalles que narramos a continuación fueron contados por su hermana Dominica, terciaria capuchina. En primer lugar hay que decir que Porcar fue una persona con convicciones y actitudes religiosas muy profundas y acendradas.
Al estallar el alzamiento nacional y la persecución religiosa en 1936, Porcar quedó impresionado e indignado por lo que sucedía.
Como reacción taló gran parte de los árboles de su jardín, entre ellos un hermoso ciprés, dejando los troncos abandonados. La ciudad de Castellón fue tomada por los nacionales el 13 de junio de 1938. Estando su hermana Dominica en casa de su hermano, para un periodo de descanso y retiro, un día le sugirió que tallara con el tronco del oloroso ciprés una imagen de san Antonio, pues el día de su fiesta había sido liberada la ciudad del dominio rojo, y así podría regalársela a su mujer, muy devota del santo. El artista le prometió hacerlo. Todavía Dominica le pidió que lo esculpiera con el hábito capuchino.
Más tarde él mismo le contó a su hermana cómo había enviado la imagen a la Exposición Nacional de Arte Sacro de Vitoria, celebrada en 1940, y que allí había obtenido con ella la medalla de oro.
En Vitoria descubrió la imagen el P. Pietro de Varzi, que le gustó para la iglesia de San Antonio de Zaragoza, interesándose por ella. Al tiempo, según Dominica, el superior de los capuchinos de Zaragoza se dirigió a Porcar para que modelara otra imagen de tamaño mayor, para colocarla en el presbiterio de la nueva iglesia, en el triforio camarín destinado a una imagen del santo titular. Ciertamente la imagen, que ahora medía 2,20 metros de altura por 0,54 de anchura, estaba tallada para antes de la consagración de la iglesia en 1945. Costó treinta mil pesetas.
Lo más característico de esta imagen es la extraordinaria ternura que transmite. No se trata de la imagen típica tradicional de san Antonio, sino de una imagen con un estilo mucho más moderno, aunque fiel al motivo iconográfico clásico que reproduce siempre al santo con el niño Jesús. Pero aquí se representa al santo abrazado al niño, en una actitud típicamente maternal, como si quisiera fundirse con él, con los ojos entornados, en un abrazo de gran intimidad e intensidad mística, en un sueño de profundas evocaciones bíblicas.
Es un canto de la devoción franciscana a la humanidad de Cristo, plasmada en un tronco abrupto y rugoso, aunque muy oloroso, el del ciprés, del que el artista ha conseguido extraer una ternura y sentimiento inigualables. El rostro de san Antonio, el de un hombre joven, está transido de embeleso y emoción por el niño Dios, que apoya suavemente su bracito, rodeándolo, en el cuello del santo. Las manos y los pies del santo son grandes y fuertes, bien caracterizados, pero sobre todo las manos sostienen y abrazan al niño como si no quisieran hacerle daño o apretarlo demasiado, con una delicadeza y suavidad exquisitas.
José Ángel Echeverría