Milagros Aguirre y el MACCO: un tesoro cultural en la amazonía ecuatoriana

Milagros Aguirre y el MACCO: un tesoro cultural en la amazonía ecuatoriana
Me puedes ayudar con tu perfil profesional. ¿Qué ocupación tienes actualmente?
Yo soy periodista. Esa es mi profesión. Fui durante 12 años periodista cultural, primero como reportera y luego como Editora de Cultura. Escribía –y escribo- en revista Diners sobre temas de cultura también. En el 2004 salí de El Comercio y fui a trabajar un año con Marcela García, en Libri Mundi donde aprendí mucho de edición de libros pues yo venía de la edición de periódicos. Y luego fui a trabajar con Miguel Ángel Cabodevilla: le ayudé en la tarea editorial de CICAME (Centro de Investigaciones Culturales de la Amazonía Ecuatoriana) del Vicariato de Aguarico y luego creamos la Fundación Labaka en donde trabajé hasta el año pasado. Ahora estoy en Abya- Yala como Editora General, encargada de leer mucho, planificar, revisar ediciones, tratar con autores, antropólogos, Historiadores… Tengo mi columna en El Comercio cada 15 días y en Diners cada mes. 


¿Cuál fue tu relación con la creación e implementación del MACCO? ¿Tuviste alguna experiencia anterior en el ámbito museal?
En 1999 como parte de mis coberturas periodísticas, hice una nota sobre una exposición arqueológica que se inauguraba en el Museo Artes, de Ivan Cruz y Luce de Perón. Ahí, Miguel Ángel Cabodevilla, misionero capuchino, había prácticamente “desenterrado” un tesoro (lo digo en sentido figurado, por si acaso) llamado Rostros de Luna y mostraba la más importante colección de arqueología amazónica. ¡Una joya! Verdaderamente. La colección era impresionante, la tarea de los capuchinos de salvaguardar ese tesoro era maravillosa, habían hecho un pequeño museo en Pompeya, una isla en el río Napo desde 1975 y habían ido rescatando piezas fantásticas que decían de la “selva culta”. Desde entonces, creo que mi vida cambió… poco a poco me involucré más en ese tema, al igual que a los temas de protección del mayor patrimonio vivo y oculto que tiene este país (los pueblos indígenas aun sin contacto). Hice varios artículos sobre ese tema de la exposición y gracias a ella fui descubriendo a la Amazonía y sus gentes. Me deslumbré con las miradas de Rolf Blomberg con su maravillosa fotografía de “Los aucas perdidos” y con los viajeros, como Gartelmann. Poco a poco me involucré más con su trabajo hasta que dejé el periódico y me fui a trabajar con ellos en dos frentes: el tema cultural y el tema de pueblos aislados. Trabajamos varias exposiciones con Miguel Ángel e Iván Cruz y concretamos la Fundación Alejandro Labaka para esas tareas. Iván Cruz como Presidente y yo como Directora. Miguel Ángel asesorando, dando ideas, empujando un gran sueño… que entre chiste y chiste bautizamos al proyecto de Museo como el Guggenheim del Coca… así empezó esa aventura… 
 
La historia del MACCO es larga. Intentaré abreviarla. Desde esa muestra de 1999 Miguel Ángel tenía la idea de hacer el museo, es decir, de sacar el museo de Pompeya y hacer algo más grande, poniendo a mejor recaudo esas piezas arqueológicas. No quería que fuera privado así que habló con las alcaldesas de Coca (en plural porque primero fue Guadalupe Llori y luego Anita Rivas) y les trató de convencer. También trató de convencer a cuanto ministro de cultura asomaba por ahí. Recuerdo que íbamos con carpeta en mano a varias reuniones, donde varios funcionarios, enseñando las fotos de las piezas, mostrando la historia del museo de Cicame y la necesidad de hacer uno nuevo. Tocamos varias puertas. Hicimos varias comidas en la casa de Iván buscando padrinos. Fuimos al Ministerio del Ambiente (Ana Albán), al Ministerio de Educación, eso antes de la “Revolución”. Luego tuvimos cita con la Ministra Coordinadora de Patrimonio, en ese entonces María Fernanda Espinosa y con Tarsicio Granizo. Luego con Plan Ecuador, recuerdo a Juan Martínez en esas lides. Y luego con los distintos ministros de Cultura:  Antonio Preciado, Ramiro Noriega, Erica Silva, Paco Velasco… nos daban palmaditas en la espalda, les parecía lindísimo el proyecto, salíamos de sus oficinas y guardaban la carpeta en algún cajón. Dimos varias vueltas así, inútiles. Pero mientras hacíamos eso, es decir, dejar carpetas, hacíamos otras cosas. Se hizo un proyecto para restaurar las piezas con la Agencia Española de Cooperación; luego hicimos varias pruebas con arquitectos hasta que con Rubén y Pablo Moreira y Natalia Corral hicieron el proyecto definitivo. Conseguimos apoyo del Gobierno de Navarra para un proyecto de formación de promotores y gestores culturales. También fuimos a Repsol porque trabaja en la zona y presentamos un proyecto cultural que consistía en exposiciones temporales, actividades culturales y readecuación del Museo de Pompeya al que volvimos un museo etnográfico hasta que se restauraran todas las piezas. 


 
El Ministerio del Ambiente a través de un fondo que se llamaba Cereps, y gracias al empuje de Ana Albán, dio un primer fondo, pero con eso no se podía hacer el Museo así que se hizo el auditorio. Luego escribimos un proyecto al Banco del Estado. Lo presentó el Municipio de Orellana, con sus técnicos y finalmente se firmó un convenio entre el BEDE y el GADMFO con el Vicariato y la Fundación Labaka, que darían garantía  al funcionamiento del Museo. La plata correspondía a un préstamo no reembolsable que tenía que ver con el famoso 12 por ciento de regalías petroleras. Luego esos fondos pasaron a Ecuador Estratégico y casi se entrampa la gestión. 
 
El proyecto tardó muchísimo… incluso un primer contratista se fue dejando a medias la obra… el  MACCO en ese sentido tiene mil historias divertidas.  Mientras se construía, hicimos otro proyecto con Repsol, alquilamos un espacio justo frente a donde hoy es el MACCO y montamos ahí tres exposiciones: La Selva Culta, Mapas y Territorios, Culturas de Ayer y hoy. Antes ya habíamos montado otras muestras: Coca, cincuenta años y una sobre Alejandro Labaka, además del Museo Etnográfico de Pompeya. Iván Cruz y Miguel Ángel Cabodevilla hacían la museografía. En España, Juan Hermoso, que trabaja con Miguel Ángel, hacía el diseño. Cada muestra nos iba quedando mejor, era un aprendizaje, no solo por su contenido sino porque preparaba al público y preparaba a los gestores o mediadores culturales. Hacíamos trabajo en escuelas y colegios buscando participación. En fin, casi 10 años de tener tareas culturales en Coca, motivar a la gente, preparar a los funcionarios, invitar a artistas de Quito para que se presenten ahí, para que el MACCO tenga vida. Creíamos que un Museo, sin actividad cultural de por medio, es un cementerio. Así que mientras los arquitectos y constructores avanzaban en la infraestructura, nosotros íbamos creando la necesidad cultural en un pueblo que había sido abandonado en ese sentido: hoy da gusto saber que cada semana sigue habiendo una actividad cultural ahí, que el cine semanal que inauguramos en una salita en las oficinas de la Fundación Labaka con uno o dos espectadores, hoy es un cine club al que acuden familias puntualmente. 
Ah, me olvidaba… el MACCO se construyó especialmente para guardar las piezas que están… es decir, su arquitectura estaba pensada en albergar específicamente esa colección… 


 
¿Por qué a pesar de ser un museo público no consta en la Red de Museos de 14 museos impulsados por el Ministerio de Cultura y Patrimonio?
Supongo que si no consta es por descuido pues se supone que el Ministerio de Cultura tiene un delegado en el directorio. Para gestionar el MACCO se buscó una figura de Empresa Pública con participación en el directorio de Vicariato, Fundación Labaka, el Ministerio de Cultura, el Gobierno Municipal de Orellana. Este organismo es presidido por el GADMFO y el presupuesto de mantenimiento y personal es responsabilidad del GADMFO. Por lo demás, el MACCO debe buscarse la vida mediante proyectos. 
 
En realidad, los ministerios no mostraban mucho interés, no le daban mucha bola al MACCO, hasta su inauguración. Recuerdo a Guillaume Long inaugurándolo… hablando de que era una maravilla. Y luego a Ana Rodríguez, visitando el MACCO, asombrada. Luego algún ministro de otro ramo también pasó por ahí y el Presidente. Ahora a los funcionarios sí les gusta, se toman fotos y los selfies en el edificio, que es hermoso. En cada visita oficial el MACCO es paso obligado… 
De alguna manera sabíamos que el rato de la foto, todos iban a querer estar ahí, aunque pocos hicieron algo para que el MACCO se haga. Imagino que la actual administración del MACCO deberá hacer esos trámites para que conste en la Red, pero como sabe, estar en provincia, a veces, hace sobrevivir sin el centro… es decir, obviando esas cosas. 


¿Cuál es el origen de los fondos museográficos?
¿Cómo se posicionó el museo frente a los debates en torno  a los mecanismos de adquisición de las piezas de sus colecciones?
La colección es de la misión capuchina y se ha dado en comodato al MACCO. La colección se formó por el interés de algunos misioneros desde los años setenta, desde Alejandro Labaka, José Miguel Goldáraz, Juan Santos, José Luis Palacios, Juan Carlos Andueza y Miguel Ángel Cabodevilla. Ellos han sido los mayores rescatistas de piezas. Las piezas en las casas de los indígenas se perdían: ellos tenían miedo de esas urnas, creían que tenían espíritu, eran vestidura del alma (samay) y las limpiaban o rompían. Los misioneros las rescataban, hacían trueque por ellas, les hablaban de la importancia del Patrimonio. Recuerdo una vez, con Antonio Cerda, guía del Museo de Pompeya, fuimos a rescatar una de la casa de sus vecinos y él hizo una limpia y un ritual para que la familia se sienta tranquila. Recuerdo otra vez, con Juan Carlos Andueza, en una comunidad donde una chica había encontrado una urna. Le propusimos el intercambio por algo que su familia necesite explicándole que esas piezas no  tenían valor económico sino patrimonial. La pieza lleva su nombre… Filomena… y ella misma ha llevado a mucha gente de su comunidad a verla ya puesta en el museo y cuenta como la encontró mientras trabajaba en su charca. Las piezas que no se recuperaron, curiosamente, son las que los petroleros han encontrado… alguna está en un museo universitario en Quito y alguna otra en alguna oficina de una gerencia… las que estaban en el INPC y que provenían de los estudios previos a licencias ambientales, después de varias visitas de Iván y Miguel Ángel, fueron entregadas al MACCO para su custodia. Alguna pieza recuerdo se recuperó de algún comerciante que la andaba ofreciendo en Quito, para evitar que estas salgan del país. Miguel Angel llevaba un registro minucioso de las piezas que han salido del país con el afán de que alguien las recupere e hizo varias propuestas al INPC. En el MACCO se buscaba algún fondo para poder seguir intercambiando piezas aparecidas en las comunidades e ir formando así conciencia del patrimonio, espero lo hayan conseguido. Las comunidades, con un poco de ayuda, podrán ejercer un buen papel en la recuperación de piezas y entrega al MACCO, con algún incentivo.

El MACCO no es solo un museo: es un centro cultural, con biblioteca donde se han hecho lecturas públicas, por ejemplo, de El Quijote o actividades de motivación a la lectura. Es un sitio de encuentro. 

¿Cómo se concibió y finalmente se concretó la exposición permanente? ¿Quiénes participaron?
El guión es de Miguel Ángel Cabodevilla y la museografía y montaje fue responsabilidad de Iván Cruz con el apoyo de Micaela Ponce. Los diseños, con base en el guión de Miguel Ángel, los hizo Juan Hermoso. Y las vitrinas e impresiones las hizo Zona Digital con Alejandro Alvear. Los diseños de las vitrinas se trabajaron con los arquitectos Moreira. En realidad todo se iba trabajando en equipo, entre los Moreira, Miguel Ángel, Iván y el equipo de la FAL. A la hora del montaje se contaba con el personal municipal. La muestra permanente muestra eso, La Selva Culta. Cuenta como la selva fue intervenida por el hombre y las herramientas con las que intervino, luego cuenta el esplendor de una cultura: los omaguas.


¿Además de la exposición permanente realizan exposiciones temporales? ¿Con qué objetivos?
El MACCO tiene una sala de exposiciones temporales. La idea era tener ahí exposiciones de todo tipo, de fotografía, pintura, grabado, de distintas expresiones. Se han hecho algunas muy bellas, una exposición de historia del MACCO que fue la de apertura; otra de fotos de Eduardo Quintana, luego la muestra WAO MIMO, de un grupo de jóvenes waorani curada por la PUCE y Megan Westervelt.  Luego se han hecho otras exposiciones, como la de James Felter u otra de rescate de fotos de familias de Coca curada por Eduardo Quintana y Silvya Sánchez que entiendo que fue muy movida. 

¿Qué políticas de mediación educativa tienen en el Museo?
Cuando arrancó el MACCO se planteó que habían promotores y no guías, es decir, que los promotores eran eso, mediadores. Ahora igual se llaman  guías, pero entiendo que sigue la idea de la mediación. Entusiasmado me ha contado Alvaro Gundín, responsable del área del Museo y Patrimonio del MACCO, que han estado haciendo visitas teatralizadas y otras cosas, donde los guias participan de otra forma e interactúan de otra forma con el público. 

¿Crees que la creación del Sistema Nacional de Cultura, liderado por el  Ministerio de Cultura y Patrimonio, y el Plan Nacional del Buen Vivir han influido en la institucionalidad museal del país? ¿Cómo?
No creo. Es decir, no creo que esos sistemas funcionen. Te pongo un ejemplo. Una vez una funcionaria del ministerio fue a visitar una de las exposiciones temporales que hicimos mientras el MACCO estaba en construcción. Yo le mostraba entusiasta la colección que llevaba desde 1975 haciéndose y le mostraba los planos del MACCO. Ella se dirigió a nosotros y nos dijo: hoy hay un Ministerio de Cultura, varias subsecretarías, mire, antes no había nada… y me recitó las subsecretarias: de Memoria Social, de Espacio Público, de Patrimonio… 
Yo le insistí en que el museo había sido concebido en el siglo pasado pero no me escuchó. Le dije que a cuál de esas instancias nos debíamos dirigir para que apoyen al MACCO y no supo qué contestar… era memoria social, pero también era espacio público, pero también era patrimonio… es decir, volvíamos a fojas cero con nuestra linda carpeta que seguramente volvería a algún otro cajón de escritorio. 


Creo que soy medio anarquista en esas cosas pues la burocracia hace difícil lo fácil… el MACCO se hizo porque nos empeñamos en ello unos pocos y porque tuvimos una constancia de romper piedras para insistir en que debía hacerse. Creyera en los sistemas si significaran ayudas concretas… fondos de recuperación de piezas, fondos para capacitación o sinergias par exposiciones temporales o incentivos tributarios para ir hacia una ley de mecenazgo. Lo demás es retórica y burocracia y si nos fiábamos de esas dos cosas, el MACCO no se hubiese hecho nunca. 
 
¿Qué opinas del Sistema Ecuatoriano de Museos (SIEM)?¿Cómo se vincula su institución con esta iniciativa?
Creo que te respondí en la pregunta anterior. 

¿Conoces sobre el proyecto del Museo Nacional? ¿Qué opina al respecto?
No conozco 

Desde su experiencia ¿qué papel deberían tener los museos en nuestra sociedad?
Hay un texto de Mario Vargas Llosa sobre los museos que me gusta y que está en este link que copio. Hablaba del Perú. Yo creo que aplica para Ecuador. 
https://elpais.com/diario/2009/03/08/opinion/1236466813_850215.html

Los museos son tan necesarios para los países como las escuelas y los hospitales. Ellos educan tanto y a veces más que las aulas y sobre todo de una manera más sutil, privada y permanente que como lo hacen los maestros. Ellos también curan, no los cuerpos, pero sí las mentes, de la tiniebla que es la ignorancia, el prejuicio, la superstición y todas las taras que incomunican a los seres humanos entre sí y los enconan y empujan a matarse. Los museos reemplazan la visión pequeñita, provinciana, mezquina, unilateral, de campanario, de la vida y las cosas por una visión ancha, generosa, plural. Afinan la sensibilidad, estimulan la imaginación, refinan los sentimientos y despiertan en las personas un espíritu crítico y autocrítico. El progreso no significa sólo muchos colegios, hospitales y carreteras. También, y acaso sobre todo, esa sabiduría que nos hace capaces de diferenciar lo feo de lo bello, lo inteligente de lo estúpido, lo bueno de lo malo y lo tolerable de lo intolerable, que llamamos la cultura. En los países donde hay muchos museos la clase política suele ser bastante más presentable que en los nuestros y en ellos no es tan frecuente que quienes gobiernan digan o hagan tonterías.
 
Cuando pensábamos en el MACCO, pensábamos en ese postulado pues se hacía en una zona bastante olvidada y carente de otros servicios y eso creaba malestar. Creo que el tiempo nos ha ido dando la razón. Ahora en Coca hay bastante más gente que se ha ido sumando. Alvaro Gundín hace un estupendo trabajo con el equipo que tiene, ha invitado a universidades a participar. Se ha incrementado el personal e incluso alguna gente que trabajó para el MACCO, como José Morán, ahora ofrecen talleres fuera de él, y eso quiere decir que se ha ido creando la necesidad, el apetito de cultura en una zona que se merecía eso y más pues de ella han salido los recursos de este país. Pero claro, ese apetito se crea no solamente con infraestructura, que es importante, sino con trabajo sostenido. Entiendo que se sigue caminando en esa dirección. 
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